Este capítulo, último de la serie, no estaba previsto inicialmente porque no se trata de un fallo sistémico propiamente dicho, sino de un efecto humano derivado de las descorrelaciones que genera el propio sistema capitalista. Si os apetece un repaso al concepto general, ya que se trata de una srie, empezamos en este artículo sobre los fallos del capitalismo.
El tema es delicado, así que trataré de abordarlo lo más directamente posible: lo mismo que el socialismo está pensado para las hormigas y no para las personas (ya hablaremos de eso más adelante), el capitalismo genera intrínsecamente corrupción.
En el sistema capitalista, los medios de producción están en manos privadas que, necesariamente, actúan en libertad y buscan sus propios intereses. De esta búsqueda de los intereses propios nace el bien común. Un embajador de la URSS en Gran Bretaña, preguntó una vez: ¿quién se ocupa del suministro de pan de Londres? La respuesta, que lo dejó aterrorizado, fue NADIE.
En un sistema capitalista, alguien fabricará pan mientras sea rentable hacerlo, y será rentable mientras no haya exceso de pan. No hace falta que nadie se ocupe. El sistema se ocupa solo.
Pero para evitar abusos y defender el bien común, el sistema capitalista necesita una serie de normas y regulaciones, y ahí es donde la corrupción se produce, y diré más, se produce NECESARIAMENTE.
Las empresas privadas manejan grandes cantidades de dinero, e incluso inmensas cantidades de dinero. Sin embargo, su actividad y la posibilidad de obtener beneficios, depende del cumplimiento de una serie de regulaciones que son vigiladas por funcionarios que ganan mil, mil quinientos, o tres mil euros al mes.
No hay relación alguna entre el valor de lo que el funcionario defiende y lo que el propio funcionario obtiene por su defensa. Y ahí es donde surge la corrupción.
Cuando un alcalde de un pueblo, sin sueldo, que se paga de su bolsillo a veces los viajes a la diputación, tiene el poder de decidir si se puede edificar una urbanización de sesenta millones de euros en un monte, surge la corrupción queramos o no.
Cuando Microsoft depende de un funcionario, aunque este gane tres mil euros al mes, para vender internet explorer en Europa o no, es posible que la ley se amolde.
Cuando una empresa minera depende de una concesión, o de una licencia ambiental, io d eun permiso para realizar vertidos contaminantes, y esos papeles los extiende un señoe que gana mil quinientos euros al mes, es difícil que logre mantener el tipo mucho tiempo.
El capitalismo, pro tanto, deja la riqueza en manos privadas y la regulación en manos de gente que a menudo no tiene un duro. ¿Hay peligro mayor?
La respuesta es la ética, por supuesto, pero eso no es un mecanismo económico, y además aún faltan unos días para los Reyes Magos.
Feliz Año Nuevo.