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Se dispara la morosidad hipotecaria

Una gráfica...

Una gráfica...

Dicen por mi tierra que a perro flaco todo son pulgas, y con el tema de los bancos va a resultar que tienen razón: con una morosidad elevada y buena parte de sus activos invertidos en esa bomba de relojería a la que llaman deuda pública, los bancos están en estos momentos pendientes del contante aumento de la morosidad hipotecaria.

El famoso 3% del que habló hace tiempo el Banco de España como límite racional para los impagos hipotecarios ha quedado ya ampliamente pulverizado. No sé si recordáis aquellas declaraciones, así que las copio:

“Las hipotecas nunca van a pasar del 3% de mora en España por una cuestión cultural, el ciudadano español deja de comer antes que dejar de pagar la hipoteca”

Pues vale: ahora estamos cerca del 6% de morosidad hipotecaria, o sea el doble de esa famosa línea roja, y no sabemos si los españoles han dejado de comer, que también, o se ha perdido el miedo al desahucio, o simplemente nos enfrentamos a la segunda ley de la termodinámica, aquella que afirma que la materia ni se crea ni se destruye y que, coloquialmente, enunciamos por aquí como que “de donde no hay no se puede sacar”

Curiosamente, la morosidad también va por barrios, sufriendo un mayor número de créditos morosos los bancos con más dificultades, los que nos inclina a pensar que concedieron hipotecas sin ton ni son y están como están precisamente por este motivo.

Lo peor, no obstante, de este alarmante dato, es lo que denota en otros sectores: si la morosidad hipotecaria es siempre la más baja de todo el sector de los préstamos, y tenemos el dato de que se ha disparado, podemos creernos a pies juntillas, nos digan lo que nos digan, que la morosidad se ha disparado en el campo de los negocios y los créditos personales.

Los efectos de esta nueva vuelta de tuerca están por ver, pero hay dos cosas que veo indiscutibles:

-Si los préstamos a los consumidores privados y las Pymes se vuelven más arriesgados, veremos crecer los diferenciales y veremos una nueva restricción de crédito, pues los bancos preferirán, aún más, prestar sus escasos recursos a los Gobiernos invirtiendo en deuda pública, un producto que en teoría es completamente seguro y que pueden canjear por más dinero en el Banco Central Europeo. Un mecanismo perverso, por supuesto, pero es lo que hay.

-Si la morosidad aumenta, la solvencia de los bancos disminuye, con lo que podemos estar en puertas de un nuevo rescate bancario, aunque no se me ocurra, ni por asomo, cómo le van a llamar esta vez y con qué nombre nos lo van a vender.

El año de la asfixia crediticia

Sin créditos no hay vida, económica se entiende

Sin créditos no hay vida

Muchos se las prometían muy felices con la llegada del PP al poder y su fama de grandes gestores, algo que ha quedado desmentido de manera casi absoluta al ver como no sólo no han conseguido reflotar la economía española sino que, más bien al contrario, la están hundiendo cada vez más por culpa de sus medidas de austeridad absoluta.

Una austeridad que está recortando a marchas forzadas la renta disponible de las familias españolas y con ello se está provocando la contracción del consumo y de la inversión, entrando en un círculo vicioso del que no parece fácil salir ya que se trata de vasos comunicantes que acaban de retroalimentarse hasta el infinito.

A ello tenemos que añadir la incapacidad de obtener financiación de los bancos y cajas por parte de las empresas y los ciudadanos. Las sucesivas reformas financieras que han obligado a éstas a incrementar sus provisiones y la falta de una fuerza coercitiva real sobre el dinero prestado a estas entidades, está provocando que los bancos y cajas se estén dedicando a sanear sus balances antes de plantearse la posible concesión de nuevos préstamos y créditos.

Ello está repercutiendo directamente en la economía productiva, en la economía del día a día, ya que si las empresas no tienen acceso a financiación no tienen capacidad para iniciar nuevos proyectos, ello provoca que se resienta el empleo, al resentirse el empleo se resiente el consumo y los ingresos de la Hacienda Pública, que ingresa menos por cotizaciones y gasta más por prestaciones, y todo ello provoca que la producción se resienta aún más.

La única salida posible es que el Gobierno obligue a las entidades financieras a abrir el grifo del crédito o bien que se plantee la posibilidad de orquestar un entidad crediticia de carácter estatal, por ejemplo dotando de mayor capacidad al ICO, que en lugar de trabajar a través de las entidades financieras podría hacerlo de manera autónoma, y con ello conseguir romper el círculo vicioso en el que nos hemos introducido sin solución de continuidad aparente, con un futuro más que negro a poco que echemos un vistazo a los datos económicos.

Al rico préstamo, oiga

Tenemos los créditos de todos los colores

Tenemos los créditos de todos los colores

¿Quién dijo que la financiación en nuestra economía estaba congelada? Debe de ser que todas las familias y todas las empresas que acuden a pedir un préstamo a las entidades financieras están haciendo algo mal, porque si a ellos se les niega de manera sistemática, ahora resulta que se ha iniciado una campaña desde el BBVA para ofrecer prétamos de garantía personal a sus clientes más solventes, de hasta 25.000 euros.

Pero no te creas que los conceden cuando los clientes acuden a la sucursal a solicitarlo, nada de eso, porque lo que hacen es ponerse en contacto con los propios clientes de manera directa y ofrecerles esta posibilidad sin que ni tan siquiera se hayan interesado por ello.

Entonces basta el mero consentimiento telefónico del cliente para que el BBVA ingrese la nada desdeñable cifra de 25.000 euros en sus cuentas que quedan a la libre disposición de los clientes sin que tengan que dar mayores explicaciones al banco, más allá de devolver el capital y el importante tipo de interés del 14,92% (ajustable en función de la vinculación).

Además, a pesar de su consentimiento no existe ninguna obligación para utilizarlo. Se establece un período en el que el cliente puede “tirar” de este dinero o dejarlo sin más en la cuenta. Concretamente, la fecha límite es el 30 de noviembre. Si llegado ese día, el cliente no ha utilizado el dinero ingresado, el BBVA recuperaría el capital sin que se genere ninguna deuda.

Como ves se trata de una oferta que es muy difícil de rechazar ya que es una inyección de liquidez importante, de 25.000 euros, que el cliente puede mantener como colchón por si en algún momento se encuentra con dificultades económicas reales que tiene que afrontar.

Ante las insistentes preguntas de las asociaciones de consumidores sobre la incoherencia que supone la congelación general del crédito con este tipo de políticas expansivas de crédito, las entidades financieras se defienden sobre la base de que se trata de cantidades relativamente pequeñas y que son ofrecidas a clientes que ya han demostrado su solvencia con la propia entidad.

En definitiva, los bancos siguen concediendo créditos, pero de manera mucho más selectiva.

El banco malo, cada vez más cerca…

Un banco malo, en una playa...

Un banco malo, en una playa...

En cosa de tres semanas tendremos nuevo gobierno y vuelven a sonar rumores de que una de sus primeras medidas será la creación de un banco malo, que absorba todos los activos dudosos que  hasta este momento esconden las entidades financieras.

Igual que en el resto de los temas, de momento el Partido Popular no ha concretado gran cosa, pero parece ser que la idea es que el riesgo de ese banco lo lleven a medias el sector privado y el público, y la idea última, por supuesto, es que de una santa vez deje de haber desconfianza en el mercado interbancario y pueda fluir el crédito.

¿Y qué son esos activos dudosos? Pues fundamentalmente hipotecas. La vuestra, la mía, y muchas otras que por alguna razón se han convertido en un riesgo y nadie quiere reconocer como tal para no tener que aumentar provisiones y reservas.

Ya hemos discutido en alguna otra ocasión la utilidad de un invento de este tipo, y ya sabéis que a mí, en principio me parece bien: la desconfianza puede ser tan cara o más que la insolvencia, y últimamente hemos tenido ocasión de comprobarlo a través de la famosa prima de riesgo que pagamos por lo que pedimos en el exterior. Por tanto, y en principio, parece buena idea hacer cualquier cosa que haga aflorar toda la porquería que hay debajo de las alfombras para que, acto seguido, vuelvan a concederse hipotecas y vuelvan  concederse créditos a las empresas.

Lo que ya no me parece bien, y eso tenemos que vigilar con atención, es que eso salga gratis a los bancos y lo ponga el contribuyente: los bancos tienen que pagar por su porquería escondida debajo de la alfombra, y tienen que pagar con parte de sus acciones o con lo que sea, como sucedió en Estados Unidos.

En todo caso, lo que no me parece de recibo, y eso vamos a ver a mansalva en cuanto se hable del tema, es responder a razonamientos económicos con argumentos éticos, del tipo  “es injusto”, “es insolidario” o cualquier golpe de catecismo semejante. Si es bueno para la gente, hay que hacerlo. Y si es malo, no hay que hacerlo.

¿Cómo lo veis vosotros?, ¿saldríamos ganando o perdiendo?

Sr. Banquero, ¿cómo le voy a pagar si no tengo dinero?

Cada vez más moscas se escapan de la red de los banqueros

Cada vez más moscas se escapan de la red de los banqueros

Los banqueros se empeñan en que los ciudadanos les devuelvan el dinero que les concedieron tan alegremente, y están en su derecho, no hay duda, pero parecen no comprender que la situación todavía no es lo suficientemente sostenible como para que todo el mundo pueda devolver sus créditos.

Porque entre que todos nos volvimos un poco locos con la vorágine consumista y que los bancos lejos de abrirnos los ojos, nos ilusionaron aún más, la inmensa mayoría de la población se endeudó hasta límites insostenibles, rozando sus ingresos en época de bonanza, un error de cálculo económico evidente.

Y, claro, ahora cuando han llegado las vacas flacas han aparecido los morosos, han aparecido los créditos de dudoso cobro, que ya supera el valor de 100.000 millones de euros, y las entidades financieras en general siguen llevándose las manos a la cabeza temerosas del futuro.

Porque el mes de abril había dado un respiro y todos parecían prever que lo peor ya había pasado y que se habían ido eliminando los créditos más dudosos, quedando sólo aquellos que eran solventes. Craso error, porque se ha vuelto a demostrar que esa no era la realidad que estábamos viviendo, y se ha demostrado que abril sólo fue un espejismo, un vergel en el desierto.

Todavía hay analistas que se aferran al clavo ardiendo y que aluden al descenso en el nivel de crecimiento de la morosidad, sólo dos centésimas, como una muestra de que la situación no es tan terrible como se podría pensar y de que todo irá a mejor en breve.

Sin embargo, esa visión no es rigurosa bajo ningún concepto. Porque la principal razón por la que el crecimiento de la morosidad se ha visto reducido es porque el ritmo de concesión de créditos también se ha reducido. Y es una ecuación lógica y evidente, a menor cantidad de créditos menor cantidad de impagados.

Además, como se conceden menos créditos se realizan mejores análisis de los beneficiarios de los mismos, con lo que las posibilidades de que se produzca un impagado son menores. Por tanto, no es que la situación se haya revertido, más bien al contrario, seguimos en un momento preocupante.

Porque, en general, todo el mundo quiere pagar sus deudas y el hecho de que no lo puedan hacer no es plato de buen gusto para ellos, en absoluto, que sufren las consecuencias morales ahora y las financieras en el futuro.