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Cuando ya no te llaman

irás tras él

irás tras él

Siguiendo con la opción de leer a los comentaristas de la web,  me apetece hoy destacar un comentario de Chinasky en el que hablaba de la exclusión social.

“En mi caso, la gente no te llama, ¿Dónde si no tienes móvil? y no lo entienden (tener móvil requiere una responsabilidad y un gasto mínimo) o que si whatsapp, o para que van a hacerlo si no tienes pelas para ir a ningún lado. No entienden que un € es como cien. Y si de vez en cuando te gusta sentirte vivo e ir a algún bar o restaurante, pero eso a lo mejor es cada 6 meses o una vez al año, te apetece comer cosas como kebaps, pizzas, hamburguesas… Pero te tienes que conformar con pan, choped, “jamón york” y mierdas sintéticas, o congeladas por que es lo mas barato y lo que mas dura sin que se estropee, con el consiguiente daño físico por la mala dieta. Bueno queda el arroz y la pasta… Nadie te contrata por viejo, y porque les presentas el currículo y ven que llevas mucho tiempo sin trabajar, y piensas que eres un inútil o un vividor del paro, o un chanchullero corrupto… y lo ultimo no les falta razón pero no por decisión propia o aceptas eso o te quedas sin dinero, aceptando mierdas de trabajo explotado llegando incluso a trabajar 16 horas seguidas a un € la hora, en uno de los trabajos además las propinas se las quedaba el jefe”.

Y a ese problema, a ese exactamente conducen algunas hipotecas cuando las cosas no salieron como uno esperaba.  A ese problema lleva exactamente el que uno de los miembros de la pareja se quede en paro, cuando se calculó la cuota para dos sueldos. O cuando hubo una separación…

No estamos hablando de clases bajas o sin formación. No estamos hablando de marginales. Chinasky no nos habla de gente que vivía debajo de un puente, sino de gente que un buen día se puso a hacer cuentas y dejaron de salirle.

¿Y sabéis pos qué copio hoy ese fragmento del comentario? Porque me temo que la recuperación, si llega y si la vemos, no va a hacer que la suerte cambie para esa gente. Nuestra sociedad se ha dividido ya entre los que existen y loa que no, y los que existen van hacia arriba o hacia abajo, según los golpeen las olas, pero los otros están ya hundidos, ahogados, y ni siquiera les afecta el oleaje, porque en el fondeo de la irrelevancia no hay oleaje que valga; nadie te llama, nadie te espera, nadie cuenta contigo.

¿Os parezco quizás pesimista? ¿os parece que os estoy contando Mad Max? nada de eso. Lo que pasa es que soy de pueblo y vi lo que pasó en el campo a medida que la gente tenía que ir matando las vacas, vendiendo el tractor y cerrando el pajar. Lo vi, y vi que no le importó a nadie, porque eran cuatro paletos y tres destripaterrones.

Y ahora lo vuelvo a ver. En las ciudades. Pero no es distinto.

No os creáis mejores que los de la boina.

Ni de broma.

 

 

La cuenta que hicimos con la hipoteca del piso

No va bien...

No va bien...

La mayor parte de la gente que tiene problemas con su hipoteca puede encontrar la causa de sus apreturas en dos tipos de razones: o cuentas mal hechas, o vicisitudes personales.

Cualquiera de los dos grupos de motivos puede achacarse a una raíz más profunda: un margen ajustado, que aumenta el riesgo.

Los que hemos estudiado sabemos muy bien que prepararse la mitad de la materia para un examen no te garantiza un cinco, o un aprobado raspado, sino que la mayor parte de las veces te conduce al desastre. Y sin embargo, a la hora de calcular sus posibilidades para hacer frente a una hipoteca, ese fue el sistema de cálculo que emplearon demasiados españoles.

Una pareja cualquiera, con dos sueldos de mil doscientos euros cada uno, no puede hipotecarse por setecientos euros. En teoría, no hay problema, porque si los ingresos son de dos mil cuatrocientos, quedan mil setecientos euros libres al mes, pero luego, en la práctica, si uno de los dos pierde su empleo, resulta que tenemos quinientos euros disponible para vivir, y ahí hay que meter todos los demás gastos comprometidos, el mantenimiento de la vivienda, los recibos de los suministros, y ese pequeño detalle que se llama comer.

¿Y se podía decir, a primera vista, que era una imprudencia? No, pero lo era.

Y podía surgir un traslado, o un divorcio… Podían surgir muchas cosas, más o menos probables, que seguramente no se tuvieron en cuenta en su justa medida, máxime cuando una hipoteca es un compromiso para treinta años y en semejante espacio de tiempo pueden llegar a ocurrir muchas cosas, tanto las probables como las improbables.

La otra causa habitual de ahogo son las cuentas mal hechas. La frase que mejor expresa este agujero contable es “hoy en día es mucho dinero setecientos euros, pero como la vida sube, en pocos años será una miseria”. A esa idea se agarraron y nos agarramos muchos, pero cuando la crisis nos condujo a la bajada de tipos, enseguida nos dimos cuenta de que la realidad iba a ir por el camino contrario: la deflación.

La bajada general de precios y salarios ha hecho que, sobre todo los autónomos, hayan visto reducido su nivel de ingresos. Bajan los precios para poder competir, bajan los salarios, y los setecientos euros que pagábamos hace seis años son más duros de pagar hoy en día, porque en realidad son más dinero.

¿Tiene pinta la cosa de mejorar en ese aspecto? Pues no. La inflación que padecemos nos viene, sobre todo, de la energía, de esa electricidad y esa gasolina que pagamos a precios cada vez más caros pero que, mala suerte, no vendemos nosotros.  El dinero que sale de nuestros bolsillos no va al tendero, ni al profesional de la esquina: va a los saudíes, a los exministros del las eléctricas, ya los impuestos.

Y así, no, ni de broma. Así no vamos a ver descender el peso de nuestras cuotas.

Hipotecas y recortes: pasar de todo como solución aceptable.

La estrategia del castor: sumergirse y esperar.

La estrategia del castor: sumergirse y esperar.

Decía un comisario de infausta memoria, que a veces saber mantener el orden es no hacer nada, y un político no mucho mejor valorado que una de las artes más difíciles de aprender a la hora de gobernar es la de no hacer nada en absoluto y dejar que los problemas se resuelvan solos.

Por supuesto, conociendo al personal, esta política de brazos cruzados le parecerá encantadoramente eficaz a más de cuatro, pero antes de apoyarla con todo entusiasmo conviene saber por qué, en el caso de los bancos y las hipotecas, todos los esfuerzos tienden a ella.

En este blog y en otros muchos, hace años que se viene hablando de la parálisis de las instituciones europeas y de su incapacidad para llegar a acuerdos o diseñar planes de acción que resuelvan de una vez por todas la falta de credibilidad de los mercados.

Sin embargo, el problema consiste en que los pisos valen cada vez menos, los bancos tiene buena parte de sus activos convertidos en ladrillos y vigas de bovedilla, y las hipotecas de sus balances son activos tóxicos, o lo que es lo mismo, activos que pueden convertirse en impagados en cualquier momento.

Pero resulta que los que tenemos una hipoteca sabemos que hay que pagarla mes a mes, y eso lo saben también los bancos. Por tanto, cada mes que pasa, el riesgo de los bancos disminuye porque hay una serie de cuotas que se han pagado, y unas cantidades de dinero que se han recibido. Los bancos, por tanto, están tan pillados como nosotros y por el mismo plazo.

Por eso, una solución posible es esperar a que la sucesión de cuotas pagadas vaya aminorando el riesgo, diluyendo los impagos, y con ayuda del IPC en unos pocos años, cinco o seis, tendremos que el dinero vale un 20 % menos, y la deuda total de los hipotecados es un poco menor, con lo que resucitarán pro sí mismos los balances de los bancos.

¿Optimismo? No. Simplemente reconocer que a veces la solución menos traumática es la más larga. Veremos si llega a funcionar o todo salta por los aires mucho antes…

Embargo

Un instante antes del comienzo del embargo.

Un instante antes del comienzo del embargo.

Lo primero, decir de qué hablamos: el embargo es el conjunto de actividades cuya principal finalidad es afectar bienes concretos del patrimonio del deudor a una concreta ejecución procesal frente a él dirigida.

O dicho en cristiano: el embargo es quitarle a una persona sus bienes para que estos sirvan de pago de una deuda.

Para que exista embargo, es necesario que antes se haya decretado una acción judicial contra el deudor y que sea por una cantidad concreta y determinada de dinero. Por tanto, lo primero es concretar el monto de la deuda e iniciar el procedimiento judicial. Pero OJO: si la deuda es con una entidad pública, el proceso judicial no es necesario porque las entidades públicas pueden embargar por sí mismas sin participación de la justicia, lo que acelera todo el proceso.

Para que el embargo sea efectivo, el deudor debe ser fehacientemente informado de su deuda y de que se abre el proceso de embargo. A esta información se le llama apremio, y muchos tratan de retrasar la notificación todo lo que pueden, a sabiendas de que el embargo es imposible hasta que no se haya notificado convenientemente.

Antes de la ejecución pública de los bienes embargados, el deudor puede detener el proceso pagando la deuda, pero esto suele ser muy complicado, sobre todo porque una vez que se inicia el proceso nos meten en esas gloriosas listas de apestados que nos alejan de cualquier fuente de financiación.

Por último, ya que el tema daría para semanas enteras de artículos, decir que no todos los bienes son embargables: entre las excepciones están los muebles y utensilios del hogar, la ropa del deudor y su familia, libros, herramientas e instrumentos necesarios para la labor profesional, objetos sacros y dedicados al culto, y cualquier otro bien que se demuestre imprescindible para que el embargado pueda mantener un medio de subsistencia.

Un apunte: las administraciones públicas son inembargables. O sea que si el ayuntamiento no te paga, pues te jodes.

Por si acaso pensabais que éramos todos iguales…