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Adiós a la deducción por compra de vivienda

Habrá casas baratas

Habrá casas baratas

Ya se había anunciado, pero al presentación de los próximos Presupuestos Generales del Estado lo ha terminado de confirmar: los que compren su vivienda habitual a partir del 1 de enero de 2013 no podrán desgravarse su hipoteca.

Estamos, por tanto, ante uno más de los vaivenes del Gobierno, y digo Gobierno en sentido institucional, porque hoy me he levantado muy fino:

Primero vino Zapatero a decirnos que los ricos dejarían de poder desgravarse la hipoteca y retiró esta bonificación. Allí fue cuando nos enteramos, con pasmo, de que ser rico era ganar más de veinticuatro mil euros al año. Pensamos que el pobre hombre estaba majara, pero lo que sucedía, simplemente, era que conocía lo que dejaba tras de sí y tenía buenas razones para pensar que quien ganase esa cifra pudiera considerarse rico. Y acertó.

Llegó luego Rajoy y pensó que eso era un infamia y una afrenta, sobre todo para los Registradores de la Propiedad, gremio al que pertenece, y decidió devolver a las leyes fiscales esa desgravación, permitiendo que en 2012 todo el mundo se desgravase la hipoteca. La idea oficial era que de ese modo saldrían más viviendas de la cartera de los bancos y de los constructores, se aliviaría la crisis bancaria y se desatascaría el problema del ladrillo.

Por supuesto, no fue así ni mucho menos, porque la gente no compra viviendas por tres razones: porque no tiene pasta, no se la prestan, y no sabe cuánto le va a durar el curro.

Así las cosas, el problema inmobiliario sigue tan echo polvo como hace un año, las cuentas públicas un poco peor, la herencia de Zapatero se ha convertido en la parálisis de Rajoy y desaparece de nuevo la desgravación pro hipoteca, que cuesta al Estado unos tres mil quinientos millones de euros al año.

Lo cierto es que esta desgravación es muy difícil de explicar desde el punto de vista teórico, ya que supone que los españoles pagamos a escote una parte del precio de un bien que es propiedad privada y exclusiva del que lo compra. Esto sólo es justificable en el caso de que esta propiedad suponga un bien para la comunidad y ahí es donde surgen las subvenciones (en teoría, digo), pero existiendo la posibilidad del alquiler no está ni mucho menos clara la razón pro la que, del bolsillo de todos, tenga que salir una parte del importe de una vivienda que se compra en propiedad.

¿Que es un bien de primera necesidad? Sí, claro, como la electricidad. Y en lugar de desgravar, te crujen a impuestos.

La hipoteca joven se convirtió en chiste

Por fin nos dieron la hipoteca....

Por fin nos dieron la hipoteca....

Todos recordamos los tiempos en que la hipoteca joven era uno de los productos estrella de la banca comercial, aquellos tiempos en que se animaba a los jóvenes a “dejar de tirar el dinero en alquileres” y comprometerse con la formación de su pequeño patrimonio para obtener autonomía económica y encarrilar su futuro. En este blog, incluso, hubo algún artículo al respecto, aunque no tan halagüeño como la publicidad de los bancos, por supuesto. Este, por ejemplo.

Sin embargo, un nuevo vistazo a lo que es la oferta de los bancos, nos da a entender que los jóvenes ya no interesan como público específico. Mientras en otros tiempos una hipoteca joven podía estar por encima del cien por cien del valor de tasación y su plazo se extendía a menudo hasta los cuarenta años o más allá, esas condiciones han desaparecido actualmente del mercado, pasándose de 42 productos hipotecarios diseñados específicamente para jóvenes a únicamente 3  que podemos ver en nuestros días, y tras mucho mirar con lupa los catálogos de la banca.

En estos momentos, sólo tres entidades cuentan con estas hipotecas,  Caixa d’Enginyers, Unnim y la filial de internet del Banco Popular, lo que nos hace pensar que la gran banca, la que marca las directrices y las tendencias en el negocio ha dejado de considerar interesantes a los menores de treinta y cinco años como clientes hipotecarios.

¿Tendrá algo que ver con ello la terrorífica cifra de paro juvenil? Seguramente: con tantos jóvenes parados no sale rentable siquiera la publicidad de este producto, máxime cuando muy pocos, poquísimos, cumplirían luego con los requisitos mínimos.

Pero aún puede ser peor: puede que lo que haya hecho decaer a este producto sea el convencimiento de la gran banca de que estas personas, los jóvenes actuales, no van a mejorar tampoco en el futuro. Porque si pensaran lo contrario tratarían de captarlos ahora como clientes. Así que si no los quieren, mala cosa…