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Hipoteca y guillotina. El fin de las negociaciones.

Todo muy moderno y aséptico, eso sí...

Todo muy moderno y aséptico, eso sí...

Ya lo sabíamos todos y además lo hemos comentado aquí muchas veces: en caso de no poder pagar la cuota de la hipoteca lo mejor era negociar con el banco, porque tal y como vienen las aguas, la mayor parte de las entidades preferían una espera, una rebaja o cualquier otro tipo de paño antes de embargar un piso que luego no iban a poder vender.

Los bancos lo preferían y nosotros, en general, también. Un poco de espera, un poco de mano izquierda, te voy pagando estos meses lo que pueda, me amplías el plazo, y ya se irá viendo. O sea, darnos tiempo unos y otros en la idea de que no hay mal que cien años dure.

Pues mirad por donde ahí ha terminado por caer la bomba: el FROB, ese organismo creado para rescatar las cajas (porque son cajas casi toda las que necesitan pasta pública) ha prohibido a todas las entidades rescatada renegociar ningún tipo de condición con los morosos, de manera que se inicie la ejecución inmediata de las viviendas hipotecadas con el número suficiente de recibos pendientes par comenzar el trámite.

La idea es simple: el banco malo se hará cargo de los inmuebles fallidos, pero es oportunidad no durará siempre, por lo que los bancos rescatados deben apresurarse a declarar fallidas aquellas hipotecas que presenten especiales condiciones de riesgo o tengan ya acumulados unos impagos suficientes.

Esto, da la vuelta a la tortilla: hasta ahora, estábamos seguros de que ellos tenían tanto interés como nosotros en llegar a un acuerdo. Ahora nosotros queremos llegar a ese acuerdo, pero ellos saben que, si no pagamos, “el banco malo” se hará cargo del piso y se lo podrán quitar de encima de una vez por todas. Los incentivos, por tanto, están claros: o tienen MUY claro que van a cobrar la cantidad completa y puntualmente, o preferirán deshacerse del cliente.

El FROB ha justificado esta decisión diciendo que es imprescindible clarificar de una vez por todas a cuánto ascienden los créditos tóxicos, o de lo contrario Europa nos fusilará en cuarenta y tres paredones diferentes.

Tienen razón, a su modo, pero que el dinero público sirva para apretarnos las clavijas y suprimir cualquier atisbo de flexibilidad, da por saco…

La hipoteca después de un entierro

¿Quién lo iba a decir?

¿Quién lo iba a decir?

Hoy voy a contaros una historia casi castiza que escuché hace poco en un bar, por lo que podría ser una especie de leyenda urbana, de esas que circulan a veces por ahí. Sin embargo, más que la cara del que lo contaba, lo que me convenció de su posible verosimilitud es la situación por la que actualmente pasan muchos bancos, y los cambios sustanciales que eso ha provocado en el poder de negociación de las partes.

Nuestro protagonista es un hipotecado, un hipotecado cualquiera que las pasa negras para pagar mensualmente sus cuotas y que ya ha dejado alguna sin pagar. Un buen día se presenta en su oficina bancaria y le dice al director que vaya preparando los papeles, porque no va a poder seguir pagando, y que además está considerando la idea de irse a Suramérica, donde tiene algo de familia a la que ayudó en su momento y que ahora le ofrece ayuda a él.

El director del banco, con la que está cayendo, pasó por varios colores del espectro cromático y dijo que habría que buscar una solución. Tras muchos tiras y aflojas, nuestro hombre dijo que de los cien mil euros que aún debía, podía poner setenta mil en la mesa pidiéndolos a un familiar, o quien fuese, pero con eso tenían que saldar la hipoteca, sin que quedase pendiente el resto ni nada por el estilo. Así intentaría vender el piso y sacar lo que pudiera por él. O sea, una quita hipotecaria en toda regla.

El banco se negó, pero tras unos cuantos tira  y aflojas, y algunas llamadas a la central, acabaron pactando que si entregaba ochenta mil euros, se olvidaban de la deuda. Pero tenía que ser al contado.

Nuestro hombre exigió que se realizase el pacto ante notario, y en la misma notaría entregó la cantidad al banco y se quedó con el piso, limpio de polvo y paja.

¿Qué había sucedido? Que acababa de morirse una tía solterona y había heredado un buen pellizco, y además casi todo en efectivo.

Cosas de viejos y cosas de entierros…

Cosas que nunca hubiesen sido siquiera imaginables hace unos años.

Hipotecas: llega la hora de negociar.

Hablemos de negocios...

Hablemos de negocios...

Muchas veces somos nosotros mismos los que nos convencemos de cosas que en el fondo no nos convienen. La frase más típica de este caso es aquella frase que tantos repetían como si fuese una ley inmutable del Universo: “los pisos nunca bajan“, Lástima que por escrito no se pueda poner voz en off, porque en este caso hubiese elegido la de Zeus.

Los pisos bajaron, por supuesto, y de esas bajadas y su impacto en los balances de los bancos y los patrimonios familiares viene esta crisis de deuda y descapitalización general, conceptos ambos que sirven muy bien como eufemismo para decir que no somos tan ricos como pensábamos.Los pisos bajaron, insisto, y ahora le toca el turno a otra de esas frases casi sagradas: “los bancos siempre ganan“.

Porque no es así. Porque la fuerza de los bancos procedía de su solvencia y de la capacidad de resistir más que los clientes. pero en estos momentos los intereses de los bancos han cambiado, lo que significa que para ganar tienen que dejar a veces que los demás también ganen.

En estos momentos, si estamos ahogados, si uno de los miembros de la familia se ha quedado en el paro o han disminuido los ingresos del negocio, se puede y se debe negociar con el banco. Se puede pedir, sin empacho, una demora, o una carencia. En estos momentos, se puede conseguir incluso una quita de parte de lo adeudado en nuestra hipoteca, a cambio de liquidar el resto. Si se ha sido buen pagador hasta el momento, los bancos preferirán perder parte de los intereses o parte del capital antes que embargar el piso, quedarse con él y meterlo en el balance como pérdidas, acompañando a otros centenares de hipotecas fallidas.

Ellos saben que les conviene más perder un poco o esperar antes que embargar. Lo saben ellos y lo sabemos nosotros. Es la hora de tenerlo en cuenta.