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La hipoteca en yenes. Enésimo pufo hipotecario

En argot, la bandera de Japón significa también otra cosa...

En argot, la bandera de Japón significa también otra cosa...

Seguimos nuestro recorrido por la larga procesión, casi viacrucis, de pufos hipotecarios para dedicar nuestra atenión a las hipotecas en yenes ¿Os acordáis de ellas?

La cosa empezó hace seis años, allá por 2006, y la jugada consistía en comprar duros a cuatro pesetas. Como el tipo de cambio era muy favorable y los tipos de interés japoneses ayudaban también, comenzó el festival de los juegos japoneses. Luego  las cosas fueron cambiando poco a poco y el que se apuntó a una de aquellas hipotecas, por ejemplo de cien mil euros, debe en estos momentos alrededor de ciento setenta mil. O sea, que debe como un setenta o un ochenta por ciento más de lo que pidió prestado.

La explicación es sencilla: hoy, cada euro equivale a noventa y siete yenes aproximadamente frente a los ciento sesenta y cuatro de hace cinco años.

¿Y a que no sabéis lo que dicen los afectados? Pues que les engañaron los bancos, por ponérselo todo demasiado bonito y demasiado fácil. Que les explicaron que el riesgo era otro, y que les dieron todas las facilidades para jugar al mercado de divisas con la hipoteca de su casa. O sea, que la culpa es del ferretero, que vende los cuchillos, y no del tío que da la puñalada.

Por lo visto, lo que más nos cuesta entender en este país es que somos responsables de lo que hacemos. Somos responsables de nuestra ignorancia, y especialmente, muy especialmente de nuestra avaricia. Porque este caso concreto, que afecta a unas treinta mil personas, es difícild e negar que la avaricia y las ganas de o9btener una ventaja fue la causa principal del desastre posterior.

A los que se encogen de hombros y dicen que unas veces se gana y otras se pierde, todos mis respetos y mis aplausos, porque así es la vida y así es el riesgo. A los que el echan la culpa al banco, tres collejas, por ir de espabilados si sale bien (habría que oírles hablar con los amigos cuando ganaban) y por no saber perder con gallardía cuando toca perder.

A ambos, de todos modos, mis condolencias. Y al resto, ojo a las combinaciones en las que además de los plazos normales del pago de una hipoteca se introduce, a mayores, la variable del azar. Si quieres ir al casino, pues vale, pero si no, mejor dejar la ludopatía para un par de euros dedicados a la lotería primitiva…

La hipoteca y el reparto del riesgo

Es importante saber quién tiene la última palabra

Es importante saber quién tiene la última palabra

Hoy me voy a poner teórico, que es una cosa que a algunos les espanta, así que vayan por anticipado mis disculpas:

Cuando uno pide un préstamo es porque necesita dinero en el momento presente y piensa pagarlo con los remanentes o ingresos futuros, que son los beneficios del trabajo o de otras actividades económicas. Hasta ahí, supongo, todo el mundo de acuerdo.

Por tanto, cuando se busca a alguien que nos preste dinero, lo que s ele está diciendo es que nos deje una cierta cantidad a cambio de parte de los beneficios que pensamos obtener en el negocio. En el caso de un piso, le damos un beneficio directo, que se llama interés, porque el banco no nos conoce y pone el capital para que nosotros podamos embarcarnos en la aventura económica de ser propietarios en vez de inquilinos.

La cuestión que casi nadie mira es que el banco, que tiene derecho a cobrar antes que nadie y que puede exigir que se venda nuestra casa para comprar lo suyo, no tiene participación alguna en los beneficios adicionales del negocio. Ahora todo el mundo llora porque el banco pone condiciones abusivas y embarga los pisos, ¿pero quién se quejó cuando compró, con hipoteca, por cien mil euros y vendió diez años después por ciento cincuenta mil?

El banco obtiene sus derechos preferentes a cambio de renuncias a los posibles beneficios, que son TODOS para el que recibe el préstamo. El banco, por tanto, no e s un socio que se quede con la mitad de las pérdidas o la mitad de los beneficios. Es un socio que no admite pérdidas, pero que no participa en los beneficios. Para que el contrato fuese de otro modo, habría que dar a los bancos participación´ en lo que se gane vendiendo el piso en caso de que haya beneficios, y eso todos sabemos que no es así.

Siendo, por tanto, las posibles ganancias para el comprador del piso, las posibles pérdidas deben ser también para él, o el negocio quedará desequilibrado.

Las hipotecas son a treinta años. Los que compraron un piso entre 1985 y 2000 han ganado una pasta gansa, y no van a repartirlo con su banco. Los que compraron después, no pueden pedir , pro tanto, que el banco comparta sus pérdidas.

Así son las cosas, me temo.

Los bancos tienen “cuerda” para cinco años

Cuerda tienen. Ahora les falta voluntad.

Cuerda tienen. Ahora les falta voluntad.

Todos los sospechábamos, pero el tema del suelo es también una rémora grave para la situación financiera de los bancos. No se trata sólo de las hipotecas impagadas, de los pisos que han tenido que quedarse y de los que han promovido y no venden: según los últimos datos, los bancos y cajas españoles tienen en su balance cinco veces más suelo construible de todo el que se vendió en España en 2010. Y nos referimos a todo el que se vendió, de cualquier procedencia y por cualquier modo, y no del que vendieron ellos.

En total, y según lo declarado, bancos y Cajas tiene inscritos veinte mil millones de euros netos en terreno, y en toda España se vendió en 201o solamente suelo por importe de cuatro mil millones.

Sin embargo, y para saber las razones de esto haría falta un estudio sociológico más que uno económico, el precio del suelo sólo ha bajado un 1,8 % en este periodo. Si la demanda se desploma y las expectativas son desfavoravbles, ¿por qué no bajan los precios? No lo sabemos: habrá que describir un nuevo tipo de elasticidad del producto, porque otra cosa no se explica.

Y ojo, que he dicho veinte mil millones de euros netos, lo que significa que ya se han provisionado para posibles pérdidas diez mil millones, así que el valor al que compraron fue de treinta mil millones.

En este estado de cosas, la hipoteca empieza a ser la bicha para los bancos y no es de extrañar que cada vez que se les mencione suelo, construcción o algún concepto similar se acaben subiendo por las paredes…

Como muchos de nosotros.