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Hipoteca y alquiler: relaciones peligrosas

Al final se aprovecha todo...

Al final se aprovecha todo...

Dicen las malas lenguas, que en este país son muchas, que la implosión de la burbuja hipotecaria ha dado paso a las condiciones necesarias para que se forme una nueva burbuja, esta vez en el alquiler.

Desde mi punto de vista, es una previsión totalmente exagerada, pero algo de cierto hay en ello, y me gustaría acercarme a la idea:

Por una parte, a pesar del absoluto desplome de la venta de pisos y de las hipotecas nuevas constituidas por las entidades bancarias, los precios de los pisos no terminan de bajar al nivel que se esperaba o al nivel que han descendido en otros países afectados por un problema similar al nuestro. Hay muchas razones para ello, desde la cerrazón de mollera de algunos hipotecados, que están dispuestos a ahorcarse con sus hipotecas antes de vender por debajo del precio de compra, hasta razones técnicas, como el hecho de que una bajada en el precio de los pisos tendría un efecto devastador sobre los balances de de los bancos, ya muy castigados por la depreciación de sus activos.

Por otro lado, los alquileres dependen fundamentalmente de dos variables: de la seguridad jurídica que encuentren los propietarios para alquilar y del precio que los propietarios hayan pagado por los pisos, que es el precio que deben amortizar para rentabilizar su inversión. Como en tiempos de crisis aumenta la probabilidad de que no te paguen, pues a los jetas de siempre se unen los que siendo honrados no pueden pagar por haberse quedado sin trabajo, resulta que ya tenemos explicada una de las variables: el riesgo.

La otra, es hija o hermana de la negativa a tener pérdidas, es decir, negarse a alquilar el piso por un precio inferior a lo que se está pagando de cuota hipotecaria, haciendo caso omiso del mercado, la oferta, la demanda, y el lucero del alba. “Yo no alquilo por menos de lo que me está costando, y punto.”

La combinación de ambas variables nos introduce en un cóctel explosivo del que no saldremos más que haciendo disminuir el riesgo. Esa es la medida barata y la que entienden los dueños de los pisos. El resto no pasa de  cambiar el dolor de una pierna a otra o de una pierna a un brazo.

Y no estamos para muchos dolores más.

El gran agujero de los alquileres de pisos

Mejor no tocar....

Mejor no tocar....

Todos lo sabíamos ya, o al menos lo intuíamos, pero ahora tenemos alguna razón más para creerlo: según la asociación de técnicos de Hacienda, aproximadamente el 55% de los alquileres de pisos en España no se declaran, lo que supone unos 3000 millones de euros.

El dato lo han obtenido cruzando los datos de Hacienda con los del Ministerio de la Vivienda, así que lo que menos se explica uno es por qué lo publican y no le acaban de meter mano.

La respuesta, quizás, esté en que saben que aflorar toda esa economía sumergida tendría seguramente consecuencias muy graves y prefieren hacer la vista gorda, como en casi todo, ya que estamos en el país donde las leyes se publican con mero carácter folclórico.

El peligro de destapar este fraude, tan sencillo de detectar desde que la ley obliga, por ejemplo, a que las compañías eléctricas declaren los consumos de cada vivienda, tiene básicamente dos frentes:

El miedo a que una mayor presión fiscal sobre los alquileres redundara en un encarecimiento automático de estos, en un momento en el que las economías familiares no están para muchas alegrías y la popularidad del gobierno menos aún. En ese sentido, me parece que llevan razón: si los propietarios tienen que pagar ochocientos euros al año, por poner una cantidad, no dudan ni un segundo en subir el alquiler lo que haga falta para trasladar ese coste al inquilino, como pasó con la subvención.

-La consciencia de que muchos propietarios de viviendas alquiladas no son especuladores o terratenientes, sino gente que ha cambiado de vivienda por razones de trabajo y que pagan la hipoteca con el alquiler, o pensionistas que complementan su pensión alquilando la vivienda antigua, después de mudarse a una más pequeña. En cualquiera de los dos casos, apretar el pistón podría suponer un problema político, económico y social demasiado grave.

¿Vosotros cómo lo veis?, ¿pedimos que cada cual pague lo suyo o miramos para otro lado?