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La hipoteca se dio a la fuga

La gran evasión

La gran evasión

Llevamos bastante tiempo  hablando por aquí de que las hipotecas están en el congelador, fundamentalmente porque los bancos son a sía de hoy los que más necesitan el dinero y, por tanto, no se lo van a prestar a nadie.

La otra razón de semejante parálisis, es el gasto público: mientras a los bancos les sea más rentable y seguro prestarle el dinero a los gobiernos a través de las emisiones de deuda pública, será imposible convencerlos de que se lo presten a las empresas, y aún menos a los particulares para comprar una vivienda, máxime cuando la valoración de esas viviendas en el futuro no está muy clara y todo indica que se moverá a la baja.

Sin embargo, hay un dato que mete mucho más miedo que todos los anteriores y que casi nadie ha querido comentar: la desaparición rampante del dinero. Sí, como lo leéis: el dinero se está largando de España a unas velocidades tan superlumínicas que los bancos ni siquiera pueden cubrir sus propias necesidades de capital, y mucho menos prestar.

Por mucho que el Gobierno se empeñe en decirnos que nuestras cuentas mejoran gracias a las exportaciones, lo cierto es que la balanza de capitales, la que mide la diferencia entre el dinero que entra en España y el que sale de nuestro país, pasó de 27.000 millones de euros negativos (ya está bien) en 2011 a 210.000 millones de euros, en 2012, y eso sólo hasta octubre. Con semejante sangría de inversiones y depósitos, ¿cómo demonios queremos que los bancos presten un duro a nadie, ni a particulares ni a empresas?

Nuestras exportaciones, basadas sobre todo en la bajada de los salarios, no van a cubrir ese agujero ni van a suponer un aumento apreciable del factor empleo. Porque aquí, como sabéis, cuando se habla de competitividad se habla sólo de salarios, pero no de otros factores, como la financiación o la energía. Mientras la energía siga en manos de cuatro bandoleros oligopolistas y el mercado de capitales absorba cualquier recurso que podamos generar no haremos otra cosa que profundizar el agujero en que nos hemos y nos han metido.

La hipoteca, amigos, se dio a la fuga. Salió pro la frontera en un maletín o, más probablemente, en una transferencia hecha por internet con un simple click. Mientras no seamos capaces de entender que en un mundo globalizado el dinero no vota, sino que simplemente se limita a largarse a otro lado, seguiremos empecinados en darnos cabezazos una y otra vez contra la vieja mecánica de huelgas, protestas, y reclamaciones a unos políticos locales, los nuestros, a los que sí, hemos elegido nosotros, pero sin capacidad alguna para influir en las cosas que realmente importan.

Lo único que podemos exigirles es que sean honrados (ya nos gustaría), que se enteren de qué va el mundo (misión imposible) y que traten de llevarnos de nuevo al camino del mundo real.

Cualquier otra cosa es mero folclore.