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La hipoteca y la economía de la oferta

Un mundo lleno de posibilidades...

Un mundo lleno de posibilidades…

El problema que todos hemos padecido es que la economía, en los últimos años, se ha orientado a la oferta. ¿Y de qué demonios hablo?

Pues del error, ya sea estratégico o ideológico, que los trabajadores cometieron cuando en política se consideró natural favorecer al empresario por ser el “creador de riqueza” con medidas como facilitar el despido, restringir el poder de los sindicatos, de modo que al final se redujeron los sueldos.

¿Y qué sucedió entonces? Que se sustituyeron los salarios pro la capacidad de endeudamiento. O sea: no pasa nada porque cobres menos, porque ahora puedes pedir una hipoteca por cuatro perras, cosa que antes no se te pasaba pro la cabeza, con lo que ganando menos vivirás mejor.

¿No os suena eso? ¿No fue eso lo que sucedió? La gente tenía más dinero en el bolsillo y se sentía mejor. Podía comprarse una casa y se sentía mejor. Podía irse de vacaciones y se sentía mejor. Y no importaba mucho si se trataba de hipotecas, préstamos al consumo, o cómodos plazos de una tarjeta de crédito.

Pero esto tenía un consecuencia política: con este sistema, las empresas bajaron sueldos y el consumo se mantuvo durante un tiempo, con lo cual a las empresas les salían “gratis” las medidas antiobreras (“les bajo los sueldos y me siguen comprando igual”). Debido a que esas medidas antiobreras no tenían repercusión negativa sobre la economía, los gobiernos siguieron aprobando medidas similares, más desregulación laboral, más facilidad de despido, menos salarios, etc.

Pero la cosa, a la larga, no funciona: por mucho que les bajes los impuestos a las empresas, o les facilites el despido o el papeleo administrativo, si no venden tienen que cerrar.

Y para que vendan la gente tiene que comprarles, y para que la gente les compre tiene que tener dinero, y para que la gente tenga dinero hay que pagar buenos salarios.

¿Y si no?

Pues vender fuera. pero eso ya lo están pensando todos.

Y la putada es que no existe un Planeta B.

Hipoteca, pánico y precio

Mercado inmobiliario

Mercado inmobiliario

Permitidme que me ponga espeso, pero ya hacía tiempo que no escribía sobre una idea, como me gusta, en vez de escribir sobre hechos, que es lo que se supone que hacen los periodistas (y yo no lo soy).

Todas las agencias pronostican que el precio de la vivienda seguirá bajando y algunos se atreven a anticipar que aún falta un 40 % de descenso, con las consecuencias que eso acarrearía para los balances de nuestros bancos.

Pues bueno: ni tanto como subieron, ni tanto como las quieren hacer bajar los especuladores monetarios para comerse nuestros bancos por cuatro duros, aprovechando que los inmuebles son una parte muy importante de sus activos y que un descenso en esa valoración los pondría a precio de saldo.

Ni deberíamos haber caído en los precios exorbitados que nos comimos hace unos años ni debemos creernos ahora las valoraciones ridículas, impulsadas por los bajistas, deseosos de provocar el hundimiento de nuestro sistema financiero para imponernos las condiciones que les apetezcan.

Desde siempre, se sabe en economía que la famosa ley de la oferta y la demanda no es una ley, sino sólo una teoría, porque para la ley se cumpla es necesario que exista información y disponibilidad perfecta de productos, y eso no sucede jamás. Ahora, con la globalización y la agilidad de las comunicaciones, la ley de la oferta y la demanda es aún menos ley, porque las interferencias en su funcionamiento, o al teoría de los ñúes salvajes, que no actúan de modo racional, está más presente que nunca.

Cuando los precios suben, suben en tropel, y cuando bajan, bajan en tropel también, generando terribles ineficiencias en los mercados con nefastas consecuencias.

La peor, hace unos años, fueron nuestras hipotecas. Y ahora, un hundimiento artificial de nuestros activos, porque la vivienda es precisamente el mayor capital de la mayoría de las familias.

O sea que tengamos esto bien presente: la ley de la oferta y la demanda, más que ley, es un consejo. Otro día lo explico más en detalle, si os apetece.

Los impuestos no se pueden repartir a base de leyes

Dependiendo de la altura a la que vivas, el efecto no es el mismo...

Dependiendo de la altura a la que vivas, el efecto no es el mismo...

Para tratar este tema hay que saber ya algo más de economía, de lo que son las elasticidades de la oferta y la demanda y otras porquerías por el estilo, así que disculpadme si hoy estoy un poco más oscuro que de costumbre.

El precio de algo se fija mediante el cruce entre oferta y demanda. Cuanto más abundante sea algo, menor será su precio, y viceversa. Las leyes que se oponen a esto generan escasez, o estraperlo. El caso más conocido es el de la Ley Seca: se redujo drásticamente la oferta de alcohol, con lo que subió tremendamente su precio, dando lugar a un importante caudal de muertos, en el lado negativo, y a un montón de buenos libros y películas, en el positivo.

Lo que parece más difícil de comprender es que cualquier subvención o impuesto que se introduzca en el sistema es inmediatamente absorbido por el sistema mismo. En el mismo instante en que se da una ayuda al alquiler, suben los alquileres. En el mismo instante en que se aumentan las indemnizaciones por despido, bajan los salarios y las contrataciones.

En qué medida absorbe la oferta y en cual la demanda este efecto depende de la elasticidad, o dicho de otro modo, de lo necesario que sea el bien y de los sustitutos que tenga. Pero en general, estamos ante una redistribución que no siempre va a parar a quien se espera y que, la mayoría de las veces, sale de nuestros bolsillo de una manera o de otra.

Y si no lo creéis, pensadlo un instante: ¿Quién paga un aumento en los impuestos del gasóleo?, ¿el camionero? NO. Todo el mundo que consuma algo que deba ser transportado.

Pues como con eso, pasa con todo.

El impuesto recae en su mayor parte sobre quien tenga menor poder de negociación, y la subvención la absorbe quien tenga mayor poder de negociación. No hay otra.