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Hipoteca y buenas costumbres

Pregúntate si les prestarías tu pasta...

Pregúntate si les prestarías tu pasta...

Tirando del hilo vamos cada vez más lejos. Y es normal, porque lo cierto es que al coyuntura que atravesamos empieza a tener cada vez más tintes sociales y menos económicos, al menos en sus raíces.

El hecho es que, descontando los intereses de la deuda y descontando también lo que nos estamos gastando en rescates y otros parches, España gasta unos sesenta mil millones de euros más de lo que ingresa. Y no este año, no: lleva gastando cifras parecidas por encima de sus ingresos como cosa de ocho o nueve años. Y sin que nadie se preguntara de dónde iba a salir la pasta para pagarlo, porque somos así de chulos.

En estas condiciones, el dinero hay que pedirlo fuera. Y el hecho es que fuera no nos lo quieren dar, en primer lugar, porque tienen mejores clientes para prestárselo (igual que nos pasaba a nosotros cuando íbamos a pedir una hipoteca) y en segundo lugar porque no se fían de que vayamos a devolver esa pasta (también lo mismo que cuando pedíamos una hipoteca, que casualidad…)

La situación está como está porque, siguiendo con las coincidencias, España se ha portado a nivel país como el tipo que es vecino del director de su sucursal y va a pedirle una hipoteca contándole que tiene que pagar la operación de la suegra, el aparato de los dientes de la hija, la reparación del coche, las goteras y el ascensor de la casa, y que además no está dispuesto a poner más baja la calefacción ni a ir andando al trabajo en invierno. ¿Qué creéis que le diría el director de la sucursal bancaria cuando fuera a pedir la hipoteca?

Pues ese es nuestro caso: los gastos que tenemos son razonables, nos duele quitar de los sueldos públicos, nos duele recortar el subsidio de desempleo y nos duele recortar las pensiones, pero el caso es que nuestros vecinos lo ven y cuando les vamos a pedir el dinero a ellos, que en muchas ocasiones tienen unos derechos inferiores a los nuestros, se preguntan en qué hormigonera industrial fabricarán caras como la nuestra.

En un mercado abierto, donde la fama y la imagen valen tanto como el propio respaldo económico, nuestra conducta majadera de enfrentarnos entre nosotros en los tribunales internacionales, dar derechos a todo el que llega a la frontera y pitar al rey en la copa, se pagan. A nosotros nos hacen gracia esas cosas, pero el que tenga un par, que vaya y se lo explique a un gestor de fondos de Hong Kong…