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Las cláusulas suelo serán válidas sólo si son transparentes

Palabra de Tribunal Supremo

Palabra de Tribunal Supremo

El Tribunal Supremo ha fijado jurisprudencia y ha resuelto de un plumazo todas las dudas que se habían venido suscitando a medida que el Euríbor seguía bajando y los consumidores nos íbamos dando cuenta de que habíamos firmado una cláusula suelo sin saberlo y no hacíamos otra cosa más que llevarnos las manos a la cabeza.

Desde ahora en adelante, tras la sentencia del Tribunal Supremo, que fija jurisprudencia dentro del ordenamiento jurídico español, las cláusulas suelo serán válidas jurídicamente siempre y cuando se le comuniquen al usuario antes de la firma del contrato hipotecario.

Sin embargo, yo sigo encontrando una clara laguna legal en este apartado, ya que es evidente que el ciudadano que quiera comprar una vivienda tendrá que aceptar la cláusula suelo, por muy transparente que ésta sea o por muy claro que la entidad financiera le recuerde su existencia, pero el Tribunal Supremo no dice nada de la posibilidad de abuso que se puede producir, y de hecho se produce de manera habitual.

El principal problema de la cláusula suelo es su brecha insalvable con respecto a la cláusula techo. Una proporcionalidad entre ambas cláusulas no es solo aconsejable sino también necesaria, para conseguir cierta estabilidad en la cantidad a pagar a través de las cuotas mensuales por parte de los hipotecados.

En estos momentos nos encontramos con hipotecas en las que la cláusula suelo puede ser todo lo transparente que se quiera, pero que comparada con la cláusula techo es claramente ofensiva al sentido común. Así, por ejemplo, tenemos cláusulas suelo que se encuentran fijadas en el 3% mientras que la cláusula techo puede estar por encima del 10%, algo inalcanzable a todas luces, con lo que “la banca siempre gana”.

Bien haría, por tanto, el Tribunal Supremo en sentar jurisprudencia sobre este apartado también, y las asociaciones de usuarios y consumidores no deberían de alegrarse tanto porque su lucha continúa y debe de continuar, hasta que se consiga una aproximación relativamente asumible a la igualdad de fuerzas entre las entidades financieras y los consumidores a la hora de negociar las condiciones y claúsulas de los contratos hipotecarios.

Hipoteca y buenas costumbres

Pregúntate si les prestarías tu pasta...

Pregúntate si les prestarías tu pasta...

Tirando del hilo vamos cada vez más lejos. Y es normal, porque lo cierto es que al coyuntura que atravesamos empieza a tener cada vez más tintes sociales y menos económicos, al menos en sus raíces.

El hecho es que, descontando los intereses de la deuda y descontando también lo que nos estamos gastando en rescates y otros parches, España gasta unos sesenta mil millones de euros más de lo que ingresa. Y no este año, no: lleva gastando cifras parecidas por encima de sus ingresos como cosa de ocho o nueve años. Y sin que nadie se preguntara de dónde iba a salir la pasta para pagarlo, porque somos así de chulos.

En estas condiciones, el dinero hay que pedirlo fuera. Y el hecho es que fuera no nos lo quieren dar, en primer lugar, porque tienen mejores clientes para prestárselo (igual que nos pasaba a nosotros cuando íbamos a pedir una hipoteca) y en segundo lugar porque no se fían de que vayamos a devolver esa pasta (también lo mismo que cuando pedíamos una hipoteca, que casualidad…)

La situación está como está porque, siguiendo con las coincidencias, España se ha portado a nivel país como el tipo que es vecino del director de su sucursal y va a pedirle una hipoteca contándole que tiene que pagar la operación de la suegra, el aparato de los dientes de la hija, la reparación del coche, las goteras y el ascensor de la casa, y que además no está dispuesto a poner más baja la calefacción ni a ir andando al trabajo en invierno. ¿Qué creéis que le diría el director de la sucursal bancaria cuando fuera a pedir la hipoteca?

Pues ese es nuestro caso: los gastos que tenemos son razonables, nos duele quitar de los sueldos públicos, nos duele recortar el subsidio de desempleo y nos duele recortar las pensiones, pero el caso es que nuestros vecinos lo ven y cuando les vamos a pedir el dinero a ellos, que en muchas ocasiones tienen unos derechos inferiores a los nuestros, se preguntan en qué hormigonera industrial fabricarán caras como la nuestra.

En un mercado abierto, donde la fama y la imagen valen tanto como el propio respaldo económico, nuestra conducta majadera de enfrentarnos entre nosotros en los tribunales internacionales, dar derechos a todo el que llega a la frontera y pitar al rey en la copa, se pagan. A nosotros nos hacen gracia esas cosas, pero el que tenga un par, que vaya y se lo explique a un gestor de fondos de Hong Kong…