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La hipoteca y las personas

Fernando Pessoa (o sea, persona)

Fernando Pessoa (o sea, persona)

En los últimos comentarios en esta misma web, y en otras muchas, leo con creciente asombro que hay que recordar en todo momento que tras la crisis griega, o tras las hipotecas y sus laberintos, hay personas.

Aturdido por la novedad, me pregunto si esta clase de ideas, por repetidas, perrtenecerán a algún tipo de religión actual que los mayores de cuarenta no estudiamos en el colegio o se trata de una maniobra para que perdamos de vista la realidad.

Detrás de las hipotecas, hay personas. Y detrás de los bancos, resulta que también. Detrás de las deudas griegas, hay personas. Y personas es lo que hay detrás de lso Gobiernos acreedores, de los organismos internacionales que prestaron el dinero y quieren recuperarlo, y de las negociaciones para ver cómo se evita la pérdida.

Porque amigos, los banqueros no ponen de su bolsillo la pasta que prestan en las hipotecas, ni los ejecutivos del FMI están luchando por sus propios cuartos: luchan porque es su trabajo, y luchan por las aportaciones de otros países. El dinero del FMI no lo ponen los ricachones del mundo, ni siquiera los ciudadanos de los países ricos: lo ponen todos los países del mundo salvo cuatro o cinco (creo recordar que Corea del Norrte, Cuba, Irán y Buthan, pero no estoy seguro) de manera proporcional a su PIB. O sea que cuando los griegos no devuelven el dinero al FMI no s elo están quitando a Rockefeller, sino a los españoles, los bolivianos, los ruandeses y los vietnamitas. A cada cual en su proporcional medida, pero a todos ellos.

Personas son las que están detrás de todos los negocios. personas son los enfermos y los enfermeros, los criminales son personas, los pederastas son personas y son personas también pescadores de atún rojo en alta mar.

Decir que detrás de esto o de lo otro o lo de más allá hay personas es una de estas dos cosas: o una chorrada, o un intento de quitar la cualidad de persona a quien no esté en tu bando, dando a entender que personas son los míos pero no los tuyos.

En cualquiera de los dos casos, ¡al carajo!

 

 

La hipoteca griega

Ahora hasta se enternecen

Ahora hasta se enternecen

Eso es lo que tenemos todos con el asunto griego: una hipoteca. Porque podemos ponernos como queramos buscando culpables, justicias, injusticias, o tecnicismos legales, pero el caso es que la interminable negociación del país heleno nos va a costar a todos una pasta y la vamos a pagar de un modo u otro.

Los españoles, tradicionales quijotes, nos desgañitamos en las redes sociales o en el bar a favor del Gobierno de izquierdas o a favor de las instituciones  internacionales, ¿pero hemos pensado cómo nos afecta este asunto en nuestro día a día?

¿Por qué nos afecta tanto este asunto?

-En primer lugar, porque podemos perder una cifra del orden de los treinta mil millones de euros. La contabilidad no es sencilla, pues no se trata solamente de dinero contante y sonante puesto sobre la mesa, sino también de avales, colaterales etc. Pero el daño económico sería muy grande.

-En segundo lugar, por el riesgo político. Sin enterar a valorar las preferencias de cada cual, lo cierto es que las recientes elecciones municipales y autonómicas han dejado un mapa político que desde fuera es visto como preocupante. Por supuesto que nuestra soberanía consiste en votar a quien nos dé la gana, pero los fondos exteriores también tienen su propia soberanía, y la suya consiste en invertir donde mejor les vaya. La caída de Grecia confirmaría que los temores no son del todo infundados, y que invertir en estos momentos en un país que podría seguir la misma senda es una imprudencia.

-El coste del riesgo. Del punto anterior se deriva que  si llega a cumplirse la peor opción, o sea, que un país europeo se convierta en moroso, no hay nada ya que impida que esto vuelva a repetirse. Las palabras de Draghi afirmando que se hará lo que haya que hacer para impedir la caída del euro habrán quedado muy debilitadas. Y eso, necesariamente llevará a una subida de los tipos de interés con que nos financiamos.

¿Y eso es relevante? Pues debemos, dicho en números gruesos, cosa de un billón. Por cada punto que suba el tipo de interés, pagamos diez mil millones de euros más de intereses. Con cuatro puntos, la deuda nos cuesta tanto como la educación. ¿Cómo lo veis?

Las irresponsabilidades con la deuda se pagan. Y no sólo las propias: las de los demás también.

 

El crecimiento y la deuda. Nos hipotecan a todos.

Aquí ponía yo a trabajar a más de cuatro gestores...

Aquí ponía yo a trabajar a más de cuatro gestores…

Hablaba el otro día de la economía de la oferta, y de cómo es difícil que la cosa mejore mientras la gente no gane unos salarios que le permitan consumir.

Esto, también hay que tenerlo claro, no sería la panacea: si la gente gana más, pero decide gastar eso que gana en bienes y servicios producidos fuera, entonces no estamos haciendo nada. O dicho de otro modo: tienen razón los que dicen que subir los sueldos en un país donde la gente se gasta la extraordinaria en Iphones no es una mejora para el país, sino para Apple. Triste, pero cierto.

Dicho estoy, creo que hoy conviene echar un vistazo a las estructura de los datos que nos presenta el Gobierno. Y me refiero a los datos oficiales, porque ni siquiera en los datos falsos son capaces de pintar la cosa como querrían.

Vamos allá:

El año 2014 la riqueza nacional o PIB, a precios de mercado, es decir, medida a los precios a los que los bienes y servicios realmente vendidos , ascendió según la Contabilidad Nacional a 1.058.468 millones de euros. O seas, el famoso billón de euros del que hablamos siempre de PIB (y que es falso, peor de eso ya hablaremos).

Esta cifra, comparada con la del 2013 (1.049.180 millones) da un crecimiento de la riqueza de 9.288 millones.
Pero aquí viene lo maravilloso: para conseguir ese crecimiento, el Gobierno ha aumentado la deuda española en 67.676 millones de euros, lo que significa que, por cada euro de riqueza creada en 2014, nos hemos endeudado en 7,3.

No sé si os dais cuenta, pero la deuda que se contrae ni siquiera se convierte en bienes o servicios facturados. Si el dinero que pedimos se emplease en plantar o consumir cacahuetes, al menos se reflejaría en l contabilidad Nacional, pero así, ni eso. ¿qué demonios están haciendo con nuestras finanzas nacionales? ¿qué huecos se cubren?

¿Qué diríamos de una familia que hiciese semejante cosa? ¿cómo calificaríamos una hipoteca en estas condiciones?

La deuda y la paella con mosca. Parábola de la situación actual

¿Aparecerá el valiente que la sepulte en su plato?

¿Aparecerá el valiente que la sepulte en su plato?

Me he cansado ya, al menos de momento, del lenguaje engolado con que se suelen abordar los temas económicos, y quiero analizar hoy la situación actual con una parábola.

¿En qué situación económica nos encontramos en realidad?

Pues imaginad que diez o doce comensales postín se reúnen en una casa de campo. Ya está puesta la mesa y todo el mundo ha olvidado que se trata de un evento informal y luce sus mejores galas.

En ese momento, el anfitrión viene con una enorme paellera y la coloca sobre la mesa, ante las felicitaciones y aplausos de la concurrencia. Anuncia que acto seguido regresará con el vino y se va directo a la bodega.

De pronto, las miradas comienzan a ir de la paellera a la cara de los vecinos, y de la cara de los vecinos a la paellera: una enorme mosca aún mueve lentamente sus patas en el centro de la paella. Es una mosca enorme, o quizás un abejorro, y parece dispuesta a discutir una cabeza de langosta al primero que quiera hacerse con ella. Antes de que haya regresado el anfitrión todo el mundo ha visto la mosca, pero nadie habla de ella.

¿Qué se debe hacer en semejante situación? Los manuales de etiqueta y protocolo, señalan dos opciones: la buena, y la óptima.

La buena sería no inmutarse. La mosca es invisible, la mosca no existe. La mosca jamás ha llegado a la paella, y señalarla sería echar a perder la comida de tgodos, convirtiendo en culpable del fracaso de la reunión al que se atreviese a señalarla.

La óptima es que alguien avezado y con iniciativa pida permiso para servirse en primer lugar, porque no puede tener delante de él una paella tan buena sin probarla, y que se sirva la mosca a su propio plato, para hacerla desaparecer a la primera ocasión.

¿Y a qué viene esto? Pues a que así, exactamente, estamos con la deuda pública. España ha alcanzado el 100% de su PIB (teórico) y otros países andan también ya por cifras astronómicas. Mientras nadie mencione la imposibilidad de pagar esa deuda, todo irá bien. En cuanto alguien señale que esa deuda es impagable, todo se irá al carajo. Pero el caso es que, mientras tanto, nos anuncian la recuperación y todos sonreímos.

Falta saber si aparecerá el valiente que se eche el problema a los hombros para, de un plumazo, hacerla desaparecer.

Pero no creo…

La hipoteca y el crowding out

Obreros trabajando en busca de la fuga por la que se escapa la pasta...

Obreros trabajando en busca de la fuga por la que se escapa la pasta…

Que sí, que el mercado de la vivienda está muy mal y que los bancos andan como locos buscando clientes solventes para darle una hipoteca porque su negocio consiste en eso, prestar dinero y cobrar un interés por ello.

De todas maneras, dicen que  las hipotecas solicitadas aumentaron un 19% en junio. Ya veremos…

Todo esto suena muy bien en teoría y es muy razonable, pero hoy voy a tirar de un concepto de libro de texto para explicar lo que tantas veces he venido repitiendo: el crowding out.

El crowding out es el efecto que se produce en la economía financiera cuando del sector privado es expulsado del mercado por la voracidad del sector público a la hora de captar recursos financieros. Cuando un estado, como por ejemplo España, está desesperado por captar los recursos de los ahorradores, o de los bancos emisores, para cubrir sus emisiones de deuda pública, los particulares y las empresas se ven expulsado del mercado, ya que los bancos ven un menor riesgo en la deuda pública, un negocio seguro (piden al banco central a un tipo bajo y prestan al Gobierno a un tipo alto), y piden, además, utilizar esa deuda pública como colateral (garantía) para pedir nuevos préstamos a los bancos emisores.

El negocio es redondo para todos, excepto para los ciudadanos, que se ven perjudicados de varias maneras:

-Por una parte, quedan fuera de los mercados financieros, con lo que ni logran una hipoteca ni consiguen que se renueva o conceda una póliza de crédito para sus empresas o negocios.

-Por otro, a través de impuestos y presupuesto público, son los ciudadanos los que tendrán que devolver esos préstamos que tan alegremente piden los Gobiernos, y que tan ricamente y con tanta facilidad conceden los bancos.

-Por último, los bancos se capitalizan de manera ficticia, utilizando la garantía del Estado, que es la de todos, para pedir mayores préstamos. Eso e slo que significa, ni más ni menos, que la deuda pública pueda ser colateral de nueva deuda pública.

En nuestro caso, sólo os daré un dato: en 2008 debíamos 401.000 millones de euros. Hoy debemos 982.000 millones.

Otro día, cuando queráis, hablamos de dónde ido a parar ese dinero…

 

La falacia de la morosidad

Ya no debemos tanto, ¿o sí?

Ya no debemos tanto, ¿o sí?

Los datos objetivos son inapelables, aunque pueden ser interpretables, en un sentido o en otro, en función de lo que nos pueda interesar en un momento dado. Si nos atenemos a lo publicado por el Banco de España referente a los datos de morosidad del primer trimestre de este año 2014 está claro que parecen positivos, pero, ¿es así?

Sin duda, lo es, la morosidad ha descendido, no en gran medida, pero sí acumula ya tres meses consecutivos de mejora tras la debacle de diciembre que situó el porcentaje en un 13,61%, un récord histórico que hizo resquebrajarse la estabilidad de todo el sistema financiero español. Sin embargo, parece que aquello fue el suelo y a partir de ahí hemos empezado a mejorar.

Una mejora que no se debe a la bonanza económica, y ese es el problema que hace que los datos se tengan que observar con cierta relatividad, y es que todo apunta a que la mejora de la morosidad se debe simplemente a que todos los créditos problemáticos han sido eliminados de la contabilidad, o bien porque han sido enviados al banco malo recubiertos de cualquier tipo de subterfugio contable-financiero, o bien porque las entidades financieras han aceptado la dación en pago, quedándose con la vivienda y anulando la vigencia del préstamo.

Por tanto, datos positivos sí, pero no para echar las campanas al vuelo, porque es evidente que la economía de la calle sigue en números rojos por todos lados y que nada apunta a una solución en breve, más bien al contrario, porque todos los problemas que parecían coyunturales corren el riesgo de convertirse en estructurales, y con ello alargar la agonía de nuestra economía.

Ahora bien, es evidente que que diferentes sectores, principalmente los afines al gobierno, verán estos datos como el comienzo de la recuperación y ello puede que provoque la perpetuidad de la situación que estamos viviendo, porque no hay nada peor que no querer ver la realidad engañándose con datos falaces que sólo aportan una realidad parcial, una visión particular de una situación general que nos sigue hundiendo a todos.

No podemos pagar, ¿cómo no vamos a deber?

Por más vueltas que le demos...

Por más vueltas que le demos...

La deuda privada, principal causante de la crisis, parecía comportarse bien cuando se trataba de familias y particulares que debían sus hipotecas y préstamos personales, pero últimamente parece que esta tendencia se está empezando a romper con un crecimiento inequívoco de la tasa de morosidad de los préstamos de estos particulares.

Concretamente, la tasa de morosidad hipotecaria se encuentra ya en un 5,1% y todo apunta a que no hará otra cosa sino incrementarse como consecuencia de que la situación límite se sigue extendiendo en el tiempo, con cada vez más familias en situación cercana a la pobreza y a tener que elegir entre comer o pagar la cuota hipotecaria.

Así, la Asociación de Afectados por Embargos y Subastas calcula que para el año 2014 esta cifra de morosidad podría situarse en el 6%, como consecuencia de que cada vez hay menos hipotecas, y por tanto el porcentaje de deudores aumenta, a la vez que los ingresos de las familias siguen cayendo sin solución de continuidad.

El problema es que a medida que aumenta la mora el diferencial aplicado por las entidades financieras se incrementa de manera proporcional, ya que las entidades financieras buscan su seguridad, sus garantías, para asegurarse el cobro o, al menos, ganar el suficiente dinero antes como para que le compense la pérdida final.

Pero el verdadero trauma de toda esta situación es una vez más el estado de las familias que están abocadas a seguir debiendo dinero a las entidades financieras hasta el fin de los tiempos, sin que parezca que pueda haber alguna solución en el corto-medio plazo. Todo ello provoca el estancamiento general del mercado inmobiliario y del consumo de las familias que sin renta disponible no tienen otra alternativa más que no gastar.

Y en este círculo vicioso nos encontramos anclados sin que parezca que ninguna autoridad o gobierno pueda hacer algo por remediarlo. Ya que al no haber consumo, no se genera crecimiento, y al no haber crecimiento no hay liquidez en la sociedad y al no haber liquidez no hay consumo.

Lo que dicen que ahorran y lo que no vemos

El sargento ya se cachondea de nosotros...

El sargento ya se cachondea de nosotros...

La secuencia lógica está clara: mientras el Estado gaste más de lo que ingresa, emitirá deuda pública, y mientras el Estado emita deuda pública, a los bancos les resultará más interesante prestarle el dinero al Estado que dárnoslo a nosotros o a las empresas en forma de créditos o de hipotecas. Así las cosas, resulta que hasta el Corte Inglés ha tenido que acudir por primera vez en su historia a una emisión de deuda.

Sí, habéis leído bien: la vieja broma bancaria de que “si un día entra por la puerta el director del Corte Inglés le dices que no es lo bastante solvente” se ha convertido en realidad. Aquí tenéis el enlace para que podáis haceros cruces tranquilamente y pensar en qué casos le prestarán dinero a cristalerías Benito o a  instalaciones Manolo.

Y entonces, ¿qué pasa con el gasto público?

Nada. Que diga lo que diga la vicepresidenta sobre que ha llegado el momento del sacrificio de los políticos, todo es una pantomima para que las cosas sigan igual, y hasta se han reunido Rajoy y Rubalcaba para acordar qué se toca y qué no se toca. Eso, y no otra cosa, es el cacareado acuerdo entre los grandes partidos sobre la reforma de las administraciones.

Como ejemplo de lo que tenemos, os cito un dato que he encontrado por ahí: “La Conselleria de Sanidad valenciana tiene empleadas a 1.500 personas, de las cuales 164 son telefonistas, 116 electricistas, 18 pintores, 2 fotógrafos, 80 calefactores y 34 costureras. ¿Cómo creen que un país puede funcionar así? Y con un 22% de absentismo.

Así, por supuesto, no se puede reducir el gasto público, y ni siquiera se plantea la opción de corregir ese tipo de barbaridades, porque hacerlo de veras repercutiría sobre el empleo.

¿Os dais cuenta del eufemismo? Repercusión sobre el empleo. Sí, claro, por supuesto, porque echar enchufados a la calle, repercute sobre el empleo. Porque echar asesores a la calle, de los que se nombran a dedo y cobran una media de 60.000 euros al año, repercute sobre el empleo, porque preguntarse por qué los profesores universitarios obtienen su plaza en oposiciones a las que no se presenta nadie más, repercute y mucho, sobre el empleo.

Lo único que no repercute sobre el empleo es dejarlo todo como está, absorber todo el dinero disponible del mercado y ver cómo los demás rabian y lloran en busca de una financiación o una hipoteca que ni llega ni se la espera.

Hipoteca y tipo de cambio

Numancia.

Numancia.

A medida que pasa el tiempo nos va a quedando a todos más claro que la deuda acumulada por los países desarrollados es impagable, o al menos lo es en las condiciones actuales.

Aunque me llaméis pesado, tengo que volver a explicar lo que es en realidad la deuda, porque creo que es el concepto que más cuesta entender y el que nos trae a todos por la calle de la amargura.

La deuda consiste fundamentalmente en gastarse hoy el dinero del futuro, de manera que ambas partes, el que presta y el que recibe el dinero, dan por seguro que en el futuro se generará rentas y riqueza suficiente para pagar ese importe. Por razones diversas, ese incremento general de la riqueza no se ha producido, con lo que ahora, que ya estamos en lo que en en 2005 se entendía pro futuro, no hay dinero para pagar la deuda y aú menos los intereses, ya que los intereses son dinero que tiene que salir de otro lado, o sea, el reflejo numérico del incremento de riqueza.

Usualmente, en estos casos se declaraba la bancarrota o se devaluaba la moneda. Lo primero está muy bien si eres autosuficiente, pero nuestra sociedad se ha hecho lo bastante compleja como para que una bancarrota te deje sin petróleo, sin piezas de recambio para tu maquinaria y con una mano delante y otra detrás. Por eso, aunque lo que más le apetece a todo el mundo es dejar de pagar, las bancarrotas son tan raras y se tratan de evitar con tanto esfuerzo.

La otra solución es la devaluación, pero la devaluación significa, ni más ni menos, tener más billetes para representar la misma riqueza, o lo que es lo mismo, extender la misma mantequilla en más pan. Por supuesto, los que deben dinero estarían encantados con una devaluación, pues eso supone pagar su deuda con menos riqueza, dándole al acreedor billetes del Monopoly en vez de dinero real. Y por esa misma razón, los acreedores y los que tienen ahorros se oponen a cualquier devaluación.

La única salida en estos momentos para que se paguen las hipotecas es una devaluación, pero España no puede ejecutarla de manera unilateral y Alemania, que es fundamentalmente acreedora, prefiere que le paguemos con dinero de verdad mejor que con fotocopias de billetes, así que tenemos un problema.

Sin embargo, la medida que pase el tiempo y quede claro que las dos opciones que quedan son solamente cobrar menos o no cobrar nada, es muy posible que tanto el dólar como el euro se dirijan a una devaluación controlada. ¿Y a qué esperan? A que pase el tiempo, porque cada mes que pasa son muchos millones de cuotas que se ingresan con dinero de hoy, ese dinero que vale más de lo que valdrá el de mañana.

Al final, quien deba dinero es posible que salga ganando, pero siempre que haya pagado puntualmente hasta esa fecha. Por el camino caerán muchos y a esos no les servirá de nada que el euro se devalúe al final del camino.

Es cuestión de medir y resistir. Sobre todo, resistir.

Hipoteca y cadena perpetua

Hipotecado condenado a perpetua

Hipotecado condenado a perpetua

Ya lo sabéis todos aquí: siempre he sido partidario de que las deudas se paguen, y si no se quiere pagar la deuda lo mejor es no pedir prestado.

Esos conceptos como la deuda odiosa o la deuda ilegítima me suenan músicas celestiales, o a pretextos de mal pagador, para después de haberse gastado alegremente el dinero venir a los demás con el cuento de que esa deuda no se puede tener en cuenta porque fue contraída por intereses bastardos distintos a los éticamente previsto.

¿Pides? paga. ¿No te gusta perder soberanía, autonomía, libertad o como te apetezca llamarle? Pues no pidas prestado. Hasta tipos tan cerriles como Franco o Ceaucescu lo entendían, pero hoy parece que no se comprende, quizás porque hay por ahí unos cuantos que creen que la sociedad ya está madura para fomentar el escaqueo como mejora social.

Dicho esto, creo que hay que señalar una importante falla en nuestro sistema judicial. Una de esas grietas que te obligan a pensar si no es hora de cambiar un poco las tornas de un sistema en el que el dinero es defendido con más vigor que la vida y la integridad de las personas.

Porque el caso es que , con seguridad jurídica y todo, los delitos prescriben. El caso es que estos días venimos leyendo que los asesinatos de las niñas de Alcasser están prescritos y que el presunto asesino puede volver tranquilamente a su casa sin que se le pueda juzgar por aquellos tremendos crímenes. ¿No os suena? Aquí va un enlace.

¿Y cómo es posible, entonces, que prescriban los asesinatos pero no prescriban las deudas? ¿Cómo es posible que treinta años después de haber perdido el piso te puedan aún embargar cualquier ingreso para acabar de cubrir una hipoteca o una quiebra?

Este trato desigual puede suponer la puntilla para una economía como la española, dejando fuera de juego a cientos de miles de personas. Yo entiendo que haya que obligar a pagar al que contrajo una deuda, pero esa obligación tiene que ser limitada, con la misma idea, la misma intención y la misma doctrina por que que se incluyó en el código penal la prescripción de los demás delitos. Lo contrario es reconocer que el dinero vale más que la sangre, o aún peor, que la defensa del dinero es más importante para la ley que la defensa de la vida de los ciudadanos.

Lo contrario, aún peor, es reconocer que ser emprendedor en España es un riesgo más grande que ser ladrón o asesino. Y así no hay forma de salir de esta.

Hipoteca y cajas rurales. Sociología del fracaso.

Los que andan con espigas entienden de estas cosas

Los que andan con espigas entienden de estas cosas

Hemos hablado ya, y mucho, del cúmulo de situaciones y de la conjunción de intereses que ha conducido a que a la banca y los hipotecados se encuentren en la situación presente.

Hemos hablado del enorme interés de los directores de sucursales y de zona por cobrar bonos a costa de unos resultados que eran artificiales, de la imprudencia de los que compraron una vivienda sin pensar que el contrat0 iba a ser para treinta años y podía, en todo ese tiempo empeorar la situación, de la imprudencia y avidez de las sociedades tasadoras, que cobraban a porcentaje, de la vista gorda de los notarios, que cobraban también a porcentaje, y de la habilidad de la administración para apagar el fuego con gasolina siendo que cobraba, que casualidad, sus impuestos a porcentaje.

Pero hay un dato del que hemos comentado muy poco todavía y que me parece sintomático: la actuación de las Cajas Rurales.

En España hay registradas setenta y tres cajas rurales, que son cooperativas de crédito muy del estilo de las cajas de ahorro, pero centradas en dar liquidez y préstamos al sector rural. ¿Y sabéis una cosa? Resulta que de las setenta y tres cajas no se ha intervenido aún ninguna. ¿Por qué?

Por una cuestión sociológica: en el campo, la gente está echa de otra pasta, para bien y para mal. En el campo se encuentra a veces gente cerrada, mal comunicada, con una cultura académica escasa y muy apegada a tradiciones y modos de pensar que hoy nos parecen con frecuencia arcaicos.

Pero en el campo no se endeudan si no es absolutamente imprescindible. En el campo no se hacen castillos en el aire, porque se sabe, desde que el mundo es mundo, que mañana puede venir un pedrisco o una helada que acabe con todo. En el campo se sigue, por el puñetero libro, el principio de prudencia, y por eso, ni clientes ni directores de sucursal ni nadie en absoluto que pertenezca a ese mundo ha caído de forma masiva en la tentación de pedir hipotecas cuando no la se puede pagar ni de darlas a quien no las va a devolver.

Puede haber y hay excepciones, por supuesto, pero se trata de eso: excepciones, y no de la norma de lo que ha sido el despelote de las cajas de ahorros y la orgía monetarista de los bancos, esa que acabaremos pagando todos.

Mirad, por tanto, si lo que ha sucedido es solamente económico o hay también una componente social y de mentalidad e la gente en el problema.

Como siempre, hay que recordar que el sistema lo hacen las personas, y sus problemas no son más que un reflejo de nuestras costumbres, nuestras virtudes y nuestros vicios. Capitalismo, deuda y banca también las hay en el medio rural, pero parece que allí significan otra cosa.

Hipoteca de reina y peones muertos

Elige bando

Elige bando. El otro mueve primero

Hoy vamos de ajedrez, el juego de los grandes indiferentes. Para jugar al ajedrez hace falta algo más que cálculo, análisis y capacidad de concentración: hace falta ante todo frialdad, sentido lógico, y esa indiferencia de que hablaba Borges.

L0s jugadores de ajedrez, incluso los malos como yo, sabemos que no hay ninguna acción sin c0nsecuencia, y que al final de la partida te encuentras con la posición que te has labrado, movimiento a movimiento, sin que nadie que no se haya vuelto loco (o tonto) pueda decir que ha perdido porque ha tenido mala suerte.

Una compra de al importancia de la vivienda, el lugar en que se compró y la hipoteca que se eligió, con su tasa de interés y su diferencial, tiene algo de movimiento de ajedrez: lo haces una vez, no te puedes echar atrás y tendrá consecuencias hasta el final de tu vida.

Lo cierto es que muchos movieron mal. Lo cierto es que llegados a este ataque de la crisis haya demasiada gente con las defensas abiertas y a punto del desahucio. Lo cierto es que la decisión fue responsabilidad suya y sólo suya, tanto cuando se equivocaron como cuando les engañaron. El engaño sólo es disculpa cuando no existe información ni fuentes alternativas, cosa que sobra hoy en día.

Pero lo cierto también es que un país o una sociedad juega el mismo color, y la actual normativa de perder la casa, conservar la deuda y permanecer marcado como moroso es una pérdida intolerable de peones para nuestro sistema económico. Cada desahucio no es sólo una tragedia personal y familiar, sino que es también un grupo de personas que queda fuera de la opción de convertirse en autónomos, en consumidores y casi hasta en ciudadanos que puedan levantar cabeza a nivel económico.

¿Podemos permitirnos excluir a toda esta gente de un sistema que necesita cotizaciones, consumidores y pequeños empresarios? Yo creo que no.

Es necesario buscar un término medio, el que sea, entre asumir las responsabilidades propias y quedar fuera del sistema económico de por vida.  El error de ciertos sectores, a mi entender, es tratar de abrir huecos para el escaqueo, la picaresca, o la simple inseguridad jurídica. La dación en pago, por ejemplo, no puede ser una opción, porque encarecería los intereses una manera alarmante. La deuda eterna tampoco lo es, porque como vengo diciendo, saca del tablero a esos peones, empujándolos a la economía sumergida, otro de nuestros males más preocupantes.

Seguramente no es le momento de buscar esa fórmula, dada la situación de nuestros bancos y el peligro que supondría ahora su hundimiento, pero hay que ir buscando, poco a poco, una salida para todos los que quedan fuera del mercado,  y no sólo por razones éticas, morales y de solidaridad.

Tenemos que buscar una solución, sobre todo, porque son de los nuestros y porque los necesitamos.

Mentalidad de ajedrecista…