
La gaviota no pasa por su mejor momento...
Como hubo quién interpretó cierta parcialidad en el artículo de este sábado, me paso al ala contraria, pero con el mismo ánimo de rigor y alejamiento del partidismo. A veces (permitídme el desahogo) me pregunto con qué órgano concreto escribiré yo o con qué víscera en particular leerá alguna gente, pero eso es lo de menos y llevo el tiempo suficiente en estos lares de la palabra escrita como para saber que a Pitágoras lo asesinaron por considerar libelo sedicioso su teorema de los triángulos rectángulos.
Mi tesis, y es grave, es que el PP parece querer ganar las elecciones, pero en el fondo es mentira. Mi tesis, y trataré de demostrarla, es que hay demasiada gente en el partido a la que nada le conviene más que una derrota honrosa, a ser posible por la mínima, y cuatro años más en la oposición.
El sábado ya dije lo que opinaba de la gestión de Zapatero y las consecuencias para su partido. Pues bien: un tipo como Rajoy que pierde dos veces contra semejante lumbrera tendría que haberse colgado de un pino (un pino político, por favor) hace varios años y los buitres tendrían que haber dejado ya mondos y pulidos sus huesos (huesos políticos, no me malinterpretéis)
Sin embargo, con el país en barrena, las cifras del paro batiendo récords, el déficit en órbita (junto al Meteosat) y la inversión extranjera entonando el “sálvese quién pueda“, resulta que el principal partido de la oposición araña algunas centésimas en las encuestas y se empeña en hacerse el hara-kiri en peleas de portera, reyertas de feriantes y asaltos con escalo a los fondos públicos.
Afortunadamente, la corrupción del PP parece que se limita a robar, y no tiene nada que ver con aquel tirabuzón glorioso, doble salto mortal de la corrupción, que consistía en gastarse en putas el dinero destinado a gastarse en asesinos a sueldo, pero esa ya es otra historia y os la dejo a vosotros, en los comentarios.
El caso, y a eso iba, es que tengo la impresión de que hay mucha, pero mucha gente dentro del PP que no quiere ganar las elecciones. Se trata de dirigentes de segunda fila, muy cómodos en su cargos, muy estables en sus pequeños reinos, que saben que mientras el líder nacional no gane las elecciones será un líder débil y podrán hacer más o menos lo que les dé la gana. Se trata de presidentes de diputaciones provinciales, alcaldes, consejeros y presidentes autonómicos, que saben que están ahí porque nadie tiene poder ni autoridad para echarlos ni para someterlos a control, y que harán cuanto puedan por mantener en el liderato nacional a un dirigente débil, silencioso y mediocre que no pueda atacar ni discutir sus privilegios.
¿Sabéis algo de historia medieval? No hace falta; lo resumo: durante toda la Edad Media, la gran lucha en todos los reinos consistió en delimitar hasta dónde llegaba el poder real y hasta qué punto estaban sujetos los nobles al Monarca. Cuando el rey era débil, los nobles eran fuertes y hacían en sus condados lo que les venía en gana; cuando el rey era fuerte, los nobles tenían que plegarse a sus órdenes, o venía el rey y les cortaba la cabeza.
¿Qué querían los nobles? Un rey lo bastante fuerte para mantener a raya al enemigo exterior, pero no tanto como para mantenerlos a raya a ellos.
¿Y qué pasa en el PP? Pues eso mismo. Y lo pagamos nosotros, como pagamos la desintegración de la idea de socialismo que comenté este sábado.
De tan desvertebrada como está quedando la política española acabaremos compitiendo con los moluscos. Y si no, al tiempo.