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Lo que tu hipoteca agradece a los paraísos fiscales

paraiso-fiscalAhora que está tan de moda la cosa con eso de la lista Falciani y los papeles de Panamá, no está de más echarle un vistazo a la influencia que tiene para nosotros el tema de los paraísos fiscales.

A lo mejor pensáis que me he vuelto loco, pero vuestra hipoteca tiene mucho que agradecer a los paraísos fiscales, y más aún vosotros, que sois los que la pagáis. ¿El qué? Pues de eso voy a hablar hoy.

En general, se consideran paraísos fiscales aquellos territorios que por sus bajos impuestos compiten con su entorno atrayendo capitales, de modo que quien mete su dinero en uno de ellos escapa al control y al pago de sus tributos en el territorio donde realmente reside o donde realmente generó sus ingresos. Hay montones de ellos, y pro más que todo el mundo señale a los de los demás, lo cierto es que el que puede se monta uno para que los ricos de su país, los que no tenían ninguna intención de pagar sus impuestos, al menos no se vayan con la pasta a otro lado.

Los paraísos fiscales nos perjudican a todos porque, al ayudar a que algunos eviten sus impuestos, obligan a que los demás paguen esa carga adicional para mantener los gastos del Estado.

Y sin embargo, aunque nadie lo diga, también tienen su lado positivo, por más que resulte increíble: los paraísos fiscales mantienen el dinero en efectivo lejos de los mercados, escondido, anclado en su escondite, porque un escondite es un lugar en el que no te encuentran, pero también un lugar del que más vale no salir. Y eso es fundamental, porque tratándose de las enormes cantidades que se ocultan en esos lugares, si el dinero se pusiese en movimiento para refugiarse en valores de inversión, como por ejemplo la vivienda, harían aumentar terriblemente el precio de esos bienes, haciendo que fuesen aún más inasequibles para el común de los mortales.

Los paraísos fiscales, por tanto, mantienen el dinero lejos de la circulación y evitan el efecto inflacionario sobre los bienes de inversión. ¿Qué pasaría si los supermillonarios, en vez de comprar fondos de inversión, comprasen edificios? Que los edificios tendrían tal precio que nadie más podría comprarlos.

Pues reflexionad sobre ello cada vez que, como yo, digáis que nadie los combate porque todos saben a quién deben ayudar a quién no. A lo mejor también hay alguien con buena intención que una vez pensó combatirlos y luego se lo pensó mejor por esto que he contado.

Nada es fácil…

 

La hipoteca jugada con negras

Si mueven blancas, ganan en tres. Pero si mueven negras...

Si mueven blancas, ganan en tres. Pero si mueven negras…

Lo normal en este blog es que contemplemos la hipoteca desde el lado del que se ha comprado una vivienda y ha pedido el dinero prestado. pero el negocio dela banca tiene cada día más aristas, con todas sus consecuencias, y no está de más que le echemos, por una vez, un vistazo desde el lado contrario del tablero.

En primer lugar, con la bajada de los tipos de interés, los bancos no tienen incentivo alguno para conceder hipotecas, como no sea a un diferencial muy elevado, no vaya a ser que les toque pagar por la hipoteca y perder dinero en vez de ganarlo, que es para lo que están (como cualquier hijo de vecino).

Pero es que aún así, elevar los diferenciales tampoco parece una solución, en primer lugar porque muy poca gente podría pagarlo y en segundo lugar porque también ellos echan cuentas y ven el hecho de que en un contrato a treinta años pueden pasar muchas cosas, de modo que si esos diferenciales acaban siendo excesivos para el cliente, el piso puede volver a las manos del banco, y eso es algo totalmente indeseable. Y tienen miedito. Mucho. ¿Por qué?

Pues bueno: los tipos de interés bajos pueden parecer una bendición, y de hecho lo son para mucha gente, empezando pro los Estados, que pueden seguir gastando lo que no tienen y evitar una revolución en las calles, pero hay muchas, muchísimas empresas que dependen de unos tipos de interés más altos para poder repartir sus dividendos y repartirlos entre sus partícipes.

El ejemplo típico son los fondos de pensiones: ¿qué ocurre en los lugares donde la gente depende de sus fondos de pensiones y estos no rinden casi nada pro los bajos tipos de interés? ¿Qué ocurre con las compañías de seguros? ¿Qué ocurre, en el lado de las obras benéficas, con las actividades de las fundaciones, que tienen prohibido pro ley gastarse el capital y sólo pueden operar con los rendimientos de este?

Para estos grupos las cosas pintan mal, y toda la gente que pierde sus rendimientos se une en el bajo consumo a los trabajadores que ven bajar sus salarios y a los de la banca, por ejemplo, que están siendo masacrados pro la baja rentabilidad y la explosión de las nuevas tecnologías. Así  las cosas, no hay nada extraño en que los bancos sean reacios a conceder hipotecas. Mientras puedan seguir prestando dinero a los Gobiernos lo prestarán. Y cuando no, se achicarán hasta convertirse en la mínima expresión posible en su faceta de bancos comerciales.

Porque no vale la pena. Porque el riesgo es superior al beneficio. Porque así no hay manera.

 

 

 

 

La hipoteca y los plazos

Kosh. Otro personaje futuro, que no todos conocerán

Kosh. Otro personaje futuro, que no todos conocerán

En estos momentos de Euribor negativo, la pregunta que pro curiosidad o por verdadero interés hemos tratado aquí, y la que se ha tratado en casi todos los medios es si los bancos tendrán que acabar pagando por las hipotecas si el dinero se pone a precios negativos. Es un tema que nos gusta, que nos divierte y hasta le encontramos morbo, ahora que una juez de Madrid ha anulado, de una vez y de un plumazo, todas las cláusulas suelo vigentes hasta la fecha, obligando a devolver las cantidades indebidamente cobradas desde 2013.

La cuestión, sien embargo, sigue siendo que la hipoteca es un negocio a muy largo plazo. De hecho, la hipoteca es un negocio a un plazo que nada tiene ya que ver con el ritmo al que se mueven actualmente las cosas, porque si hace un par de décadas no era una locura firmar hipotecas a treinta años, hoy eso viene a ser como hablar de una especie de futuro remoto donde nadie sabe si el planeta se habrá chamuscado o los robots habrán tomado el control, como los cylons de Galáctica.

En ese sentido van las advertencias del último informe de Bankia, que recuerda a la gente, una vez más, que los tipos de interés podrían volver a niveles del cuatro o el cinco por ciento en poco tiempo, y que con los diferenciales que actualmente se aceptan, eso podría suponer un interés total del siete o del ocho por ciento, regresando al llanto, el crujir de dientes, y muy probablemente a la cantinela plañidera del “me han engañado, porque yo no sabía lo que firmaba”.

Los bancos, por su parte, piensan algo parecido: que prestar dinero a treinta años es una locura, cuando con más rendimiento pueden prestarlo al Gobierno, para alimentar el monstruo de la deuda pública. a plazos mucho más manejables.

En resumen: a medidas que se acelera la historia y se aceleran los tiempos, cada vez es más temerario meterse en negocios a plazos que nada tienen que ver con el ritmo actual de los acontecimientos.

Los ordenadores se han impuesto y nos obligan a seguir su lógica de megaherzios: hemos dejado de entender el ritmo de la vida. Hemos dejado de entender los tiempos.

Y el precio, está por ver.

 

¿La hipoteca huele a muerto?

Y pedimos a los que ahorran que nos ayuden...

Y pedimos a los que ahorran que nos ayuden…

Atrás quedaron los tiempos en los que el negocio bancario era una cosa aburrida en la que se cogía el dinero de la gente y se le pagaba un interés, luego se añadían cuatro o cinco puntos a esa cifra y se cobraba por el dinero a quien venía a pedirlo. Eran habas contadas: entraba un dinero en la caja, y se prestaba a un precio mayor que el que se pagaba, creando un margen. Un poco como una frutería, vaya.

¿Y la hipoteca? Pues en aquellos tiempos era una cosa estupenda, porque permitía a los bancos durante un montón de años, cobrar ese margen sin tener que hacer prácticamente nada. Hacías una vez un estudio, luego una valoración, ibas a firmar las escrituras y tenías el negocio asegurado durante veinte años, como poco. Tranquilidad y calma a raudales.

Sin embargo, alguien se cargó las regulaciones y dejó entrar en el gremio de la banca a toda clase de tahúres y hechiceros y, desde entonces, nada es simple. Se dan hipotecas por encima del valor de tasación, se rechaza prestar el dinero a un número tan largo de años por la cantidad de riesgos que esto supone y no hay manera de encontrar demanda solvente, o sea, gente que pueda asegurar que seguirá pagando sus cuotas mensuales durante veinte o treinta años.

Así que la banca, o poco a poco, se fue convirtiendo en un lugar donde reglaban toallas o vendían sartenes hasta llegar al momento actual en que tiene que obligar a sus empleados a venderte cualquier cosa, o simplemente se afana en cobrarte por todo.

Los tiempos se han acelerado, los tipos han bajado y el ritmo al que gira el mundo no permite ya firmar contratos a veinte años con cierta seguridad. ¿Huele la hipoteca a muerto? Yo creo que sí. Posiblemente no desaparezca de inmediato, pero me aventuro a pronosticar que será una figura legal muy distinta en menos de un par de décadas.

O eso, o se va todo al carajo, que también es una opción a tener en cuenta cuando hay un tipo que imprime todos los meses ochenta mil millones de euros, los ofrece al cero por ciento, y aún así no consigue colocarlos…

La España de la hipoteca

Ahora hasta se enternecen

Ahora hasta se enternecen

Creo que más o menos lo suponíamos todos, pero ahora hay incluso estudios que nos dicen que el nuevo cliente de la hipoteca tiene un perfil muy distinto al de otros tiempos.

Cuando el mundo funcionaba en aquello que en otro tiempo llamábamos normalidad, el cliente típico de la hipoteca era una persona joven que después de consolidarse en su trabajo formaba una familia y pensaba, pro su estabilidad laboral, que no valía la pena pagar un alquiler cuando por el mismo dinero, o un esfuerzo suplementario, podía convertirse en propietario de su propia casa y dejar un pequeño patrimonio a sus hijos.

Hoy, ese individuo, verdadero pilar de la clase media, motor del consumo y soporte de la economía, ha desaparecido prácticamente, ya sea porque los jóvenes siguen viviendo con sus padres, porque formar una familia es u deporte de riesgo no menor que el parapente o el puenting, o porque la estabilidad en el trabajo se ha convertido en algo demasiado infrecuente.

El caso es que el Banco Sabadell ha hecho un estudio, seguramente para mejor determinar el objetivo de sus campañas publicitarias, y ha descubierto que el perfil ideal de un comprador de vivienda es un funcionario de 42 años. Y además, paga aproximadamente un cincuenta por ciento del importe de la vivienda al contado, lo que reduce la cantidad media solictada.

Lo que se me ocurre a mí con este análisis es que, de nuevo, se deja claro que vivir del Estado es más rentable que buscarse la vida, que hay que tener nietos en vez de hijos y, mucho me lo temo, es necesario esperar a heredar para comprarse una casa, porque la edad y el importe de lo que paga al contado a mí me huele a funeral, ya sea de padres o abuelos. Y no es que sea malpensado, sino que combinar datos con casuística vital y calendario a veces produce estos extraños monstruos.

Por lo demás, ya lo sabéis: el Euribor ha entrado en terreno negativo y mientras se aterrorizan los banqueros a los que les han anulado la cláusula suelo, los informáticos se frotan las manos, porque vete a saber qué se les habrá ocurrido hacer a los ordenadores con sus cálculos al tener que manejar ese signo.

Hipoteca, esfuerzo, dolor y precio

Somos prisioneros

Somos prisioneros

Es una guerra antigua: unos opinan que vivimos mejor que nuestros padres, pro la cantidad de cosas de que podemos disponer y que ellos nunca llegaron a imaginar siquiera, y otros creen que somos como los indios gilipuertas aquellos a los que les cambiaron el oro por  baratijas. Al final y si se quiere ser serio (cosa que no siempre se pretende) lo que hay que comparar son los niveles de vida, o dicho de otro modo, el esfuerzo o dolor que a una familia cualquiera le costaba adquirir un bien o meterse en una hipoteca.

En ese sentido, un rastreo por las bases de datos del Instituto Nacional de Estadístico (INE) nos ofrece unos niveles de precios que pueden ser interesantes:  en 1916, un kilo de pan, 0,46 pesetas. Un kilo de carne de vaca, 1,82 pesetas. Un kilo de bacalao, 1,77 pesetas. Un kilo de patatas, 0,19 pesetas. Un kilo de garbanzos, 0,86 pesetas. Un litro de vino, 0,51 pesetas. Un litro de leche, 0,40 pesetas. Un litro de aceite, 1,19 pesetas.

¿Y eso era mucho o poco pata la época? ¿Cuánto ganaba un trabajador?

Eso, como siempre, dependía de zonas geográficas y de las distintas ocupaciones.  Un albañil por ejemplo ganaba unas 6 pesetas al día en el mejor de los casos. Pero no en todos los sitios sino en Barcelona y Madrid. En Valladolid podía ganar 2 pesetas al día, o un poco menos en algunas comarcas del sur de España y en épocas en que no se recogiese la aceituna o se realizasen otras tareas agrícolas.

Para saber cuál era el poder adquisitivo, se suele escoger la cesta de la compra para comprobar el peso de los productos básicos en un salario normal. Por ejemplo, una docena de huevos costaba 1,26 pesetas en 1916 lo que equivalía a la mitad del jornal (diario) de un albañil en España, es decir, esa docena de huevos la podía pagar con medio día de trabajo.

Hoy, una docena de huevos en un hipermercado oscila entre 2,30 y tres euros. Eso equivale a una media hora de trabajo de alguien que gane el salario mínimo interprofesional. Y tomando en cuenta que trabaja 22 días al mes, y no hace más de 40 horas a la semana. En resumen, hoy la cesta de la compra supone menor esfuerzo de trabajo. Muchos menos que hace cien años.

Pero eso es la comida, algo que ya sospechábamos que salía barato hoy en día comparado con otros tiempos. Si pasamos a la vivienda, que es el género que trabajamos aquí, resulta que en 1916 se constituyeron más de 24.000 hipotecas por un valor de 424 millones de pesetas (unos 2,5 millones de euros de hoy). . Lo curioso es que la inmensa mayoría de las hipotecas de 1916, es decir, 18.777 hipotecas, se pagaban antes de seis años. Hoy la hipoteca media es de 20 años. O sea que la gente pagaba antes porque podía…

En aquella época, Europa estaba en medio de una guerra y España, neutral, se convirtió en abastecedor de materias primas y otras cosas. El producto interior creció a un ritmo superior del 3% anual, más o menos como ahora, pero unos años después de la guerra, a partir de 1921, se desplomó y retrocedió.

O sea que a lo mejor nos hace falta eso: que  los demás se metan en líos y nosotros tengamos el buen criterio de quedarnos fuera. Pero no sé por qué, me parece improbable tanta suerte…  O tan buen tino.

La hipoteca y la magia negra

Debate sobre la reforma fiscal

Debate sobre la reforma fiscal

El miedo teórico parece estar en los tipos de interés negativos, y en que los bancos, que son un negocio como cualquier otro, no van a dar hipotecas a tipo de interés negativo, pase lo que pase, y salga el sol por donde quiera. ¿Por qué? Por lo mismo por lo que el frutero no va a dar manzanas a precio negativo: porque para eso está mejor durmiendo en su casa y con la persiana del negocio bajada.

Sin embargo, y aunque no me atrevo a decir que sea la principal, creo que una de las razones por las que a los bancos les gusta cada vez menos ofrecernos una hipoteca es que supone para ellos tener el dinero inmovilizado durante treinta años. Para evitar eso habían creado las titulizaciones, o sea, la conversión de las hipotecas en otro tipo de productos financieros que vendian a fondos de inversión o en el mercado secundario, pero ahora resulta que eso puede ser un problema a la hora de reclamar el pago al hipotecado, así que tiene sus riesgos y es mejor echarse fuera antes de que venga un juez a decir que si vendiste la hipoteca vendiste el derecho de reclamación.

Así las cosas, lo que observo que está sucediendo es que poco a poco nos internamos en el campo de la magia negra, es decir, de los negocios que cada vez tiene menos que ver con el objeto que se negocia y más cada día con otros asuntos colaterales, incluidos algunos incentivos perversos que lo hacen todo un poco más retorcido si cabe.

Por ejemplo, el otro día salieron unos datos de actividad bastante malos, unidos a unos datos de empleo bastante flojos, aderezados con unos datos de inflación muy chungos y aliñados con unos datos de comercio exterior francamente horrorosos. ¿Y qué pasó en los mercados financieros? Pues que las bolsas de toda Europa subieron como un verdadero tiro, más de un tres por ciento.

¿Y por qué? Pregunté a los que saben y la respuesta me dejó de pìedra:  porque cuanto peor vaya todo, más probable es que Mario Draghi le dé a la maquinita de imprimir dinero, que es lo que quieren los mercados financieros. A mí me pareció una locura, pero es normal: si todos los euros valen igual, es más fácil ganar el euro que el que sale de la nada que el que hay que currarse céntimo a céntimo en el mundo real.

Y llamadme viejo, caducado, o lo que sea, pero cuando las cosas van así, nada puede funcionar como es debido. No por mucho tiempo.

La hipoteca y la represión financiera

En el futuro veremos cosas extrañas...

En el futuro veremos cosas extrañas…

Se le llama represión financiera al mecanismo monetario mediante el cual se castiga al dinero por estar inactivo. O sea, más o menos lo que está pasando ahora con tipos de interés cercanos a lo negativo en algunos productos y directamente negativos en otro. la idea es obligar al capital a salir de sus escondrijos para que se convierta de una santa vez en inversión y eso obligue a la economía a moverse.

¿Pero qué ocurre? Que la misma medida que se supone que tiene que revitalizar la economía puede también ser contraproducente por la desconfianza que genera. Ya lo he contado alguna vez, pero no está de mas repetirlo. no es precisamente tranquilizador que te digan que el abuelo está muy bien, que ha salido de la crisis, que se va aponer como un toro y que mañana le d van a dar el alta, pero que hoy, de momento, necesita un trasplante y un par de transfusiones.

A eso juegan los bancos centrales, con Mario Draghi a la cabeza, y la cosa no parece que acabe de funcionar, ni que cale su mensaje de que todo va bien y volvemos a la senda del crecimiento. Y es difícil que cale, mientras imprimen dinero a espuertas todos los meses, lo regalan a los bancos (eso es el tipo de interés negativo) y aún así no lo quiere nadie.

¿Y en cuanto a las hipotecas? Pues la alegría monetarista llega a ellas, pero con cuidado, porque por una parte los bancos no quieren enterrar el dinero durante treinta años, y menos en estas condiciones, y por otra no es tampoco lo que quieren los bancos centrales, que desean que el dinero se vaya hacia inversiones productivas, y no hacia la hipoteca y el ladrillo, al que inglés se denomina en ocasiones “sitting money”, o dinero sentado.

O sea que estamos a medio camino entre soplar y sorber. Un punto muy malo, por cierto, y en el se aguanta poco tiempo vivo…

La hipoteca en el laberinto judicial

Si la justicia se mete, malo. Y si no, peor...

Si la justicia se mete, malo. Y si no, peor…

Algunos tenemos la impresión de que en España los jueces sienten demasiado a menudo la tentación de gobernar sin necesidad de pasar por las urnas, y que utilizan su potestad para interpretar las leyes como un arma que les permite llevar su influencia y su poder mucho más allá de sus funciones.

Pero estas son sólo sospechas y no afirmaciones, ¿vale?, porque, como todo el mundo sabe, hablar mal de un político es normal y hasta saludable, pero hablar mal de los jueces es delito.

Dicho lo cual, el caso que hoy nos ocupa no sé muy bien si va de eso, simple politiqueo, o se trata de una llamada de atención sobre si no se estará llevando demasiado lejos la complejidad de los productos financieros, de modio que ni los mismos que los crean conocen las consecuencias y el alcance de todos lso refinamientos que inventan. Ya hablamos de ellos en otra ocasión, pero en lugar de una conjetura, el tema se ha convertido en realidad, así que vamos a ver lo que sucede con todas esa hipotecas que los bancos titulizaron, vendieron a fondos de inversión y ahora resultan impagadas.

Como se trata de un mercado interno y opaco no hay datos oficiales sobre el número de hipotecas titulizadas, o sea, las que los bancos han vendido a terceros, pero cualquier cuenta que se haga al respecto nos lleva a la conclusión de que tiene que ser una cifra muy alta, seguramente más de la mitad de todas las hipotecas vivas. Los bancos venden esas hipotecas para no tener que esperar 30 años a recuperar un dinero que prefieren invertir en otra cosa, pero justo en ese momento, según la justicias, dejan de tener derecho a reclamar la deuda si hay un impago.

¿Hasta qué punto es así? No está claro. A ciencia cierta no lo sabe nadie, y el tecnicismo, en realidad, carece de importancia.

En la mayoría de los procesos que se abren sobre este tema, lo más  difícil para el afectado es saber si su hipoteca se ha vendido a algún fondo o a terceros, porque el banco no está obligado a informar sobre el asunto, y empiezan además a tomar precauciones. Los jueces, por su parte, se han interesado por la cuestión y cada vez hacen más preguntas.

De lo que va el asunto, por una parte, es de frenar los desahucios, y de otra, de marear la perdiz, así que, la verdad, ya no sabe uno a qué carta quedarse…

 

Hipoteca y funeral. Qué pasa con las hipotecas de las personas fallecidas

¿Quién lo iba a decir?

¿Quién lo iba a decir?

Una consulta que nos han hecho unas cuantas veces es que pasa con la hipotecas tras un fallecimiento. Vamos a ver hoy el asunto, aunque sea un poco por encima.

1.¿Por dónde empezamos?

Empezamos por no morirnos, en la medida de lo posible, pero como eso no se puede mantener constantemente, siempre hay alguno que falla en este primer punto, y ahí es donde comienzan los problemas.

Lo primero que hay que hacer en caso de que fallezca el titular de la hipoteca es comunicar al banco la situación, ya que las cuotas seguirán a cargo de la cuenta asociada del titular de la hipoteca y no se podrá cambiar mientras no se produzca el cambio de nombre.

2. ¿Quién se hará cargo de seguir pagando la hipoteca?

De momento, la cuenta de la persona fallecida, que como decíamos en el punto anterior, permanece inalterada. Aquí es donde toca echar cuentas porque según la ley española, la herencia es un derecho y no una obligación, así que se puede renunciar a ella.  Por eso, y viendo qué es loq ue más interesa, los herederos pueden aceptar toda la herencia, junto con la hipoteca y el resto de deudas pendientes, rechazar la herencia por completo, deshaciéndonos así también de la hipoteca, o aceptar la herencia a beneficiario de inventario, de manera que se reciba lo que quede después de liquidar las deudas.

3. ¿Y qué pasa con los avalistas?

Esto sí es verdaderamente complicado, porque a lo mejor avalabas a una persona que era de tu confianza, y esa persona ya no está. Pues a jorobarse: el aval es a la hipoteca, y no al hipotecado, con lo que el fallecimiento del titular no hace desaparecer el aval. El avalista lo seguirá siendo, ahora de los herederos.

4. ¿ Y Qué hay que hacer con el banco?

Depende de cada entidad, pero en general, nos van a pedir:

Certificado de defunción, Certificado de las últimas voluntades, Testamento o declaración de herederos, Escritura de adjudicación de la herencia, Certificado de pago del impuesto de sucesiones, Escritura pública de renuncia, en caso de que los herederos no acepten la herencia.

Y un detalle final: ojo a si hay contratado un seguro de vida, porque a veces resulta que existe, se ha pagado, y nadie lo menciona. Hay una verdadera fortuna en España en seguros de vida que nadie ha cobrado. Si le seguro de vida cubre una parte de las hipoteca, todo será más fácil.

Para enterarse de si el seguro existe o no, conviene revisar los movimientos y estar atento a cualquier cargo procedente de una entidad de seguros.

Pero, dicho todo esto, insistimos en el punto primero. Mejor no tener que saber mucho de este tema…

 

Hipoteca y cláusula suelo. El miedo.

Todo muy turbio...

Todo muy turbio…

Si lo de la cláusula suelo fuese normal, acabaría como tiene que acabar: con los bancos devolviendo el importe cobrado de manera indebida, con el consabido interés, y tal vez una pequeña indemnización por el quebranto causado a los clientes hipotecados. Pero como resulta que hay unas leyes para los mortales y otras para la banca, pues la justicia ha rehusado obligar a los bancos a devolver las cuotas cobradas indebidamente, nada menos que “para evitar el quebranto que esto supondría”

Y no, no es una pataleta mía eso de que la banca parece operar con otras leyes. Los que me leéis habitualmente sabéis de sobra que soy poco sospechoso de antisistema, pero es que las cosas son como son.

– ¿No puede la banca mantener ficheros de morosos con todos los datos del mundo, mientras los demás mortales se enfrentan a las fauces de la Ley de Protección de Datos pro cualquier chorrada mínima?

-¿No venden ellos las hipotecas a terceros y mantienen el derecho a reclamarlas?

-¿No aplican cambios contractuales cuando les viene bien sin que haya contraparte, pro ejemplo en comisiones y retribuciones?

-¿No tienen , en suma, el privilegio de emitir dinero, o de recibirlo en primer lugar del BCE para luego prestarlo a los Estados y cobrar el diferencial de las deuda pública?

-¿No consideran privados sus beneficios y socializan sus pérdidas cuando les vienen mal dadas? ¿Se os ha ocurrido hacerlo a vosotros?

Pues bien: todo eso y más. Y ahora también se arrogan  el privilegio de no devolver lo que han cobrado indebidamente, porque resulta que sería un quebranto muy grande.

Pero en esto a lo mejor viene Bruselas y nos ayuda. Y resulta que la obligación de devolver los importes cobrados por cláusulas suelo abusivas en hipotecas,  tendría una factura de entre 15.000 y 20.000 millones de euros, nada menos. A eso ascendía la broma, ahora que alguien al fin la ha sumado.

La entidad más afectada, según diversas asociaciones de consumidores, sería La Caixa, que debería pagar 1.044 millones de euros  en caso de tener que devolver el total, pero también se llevarían un buen palo Banco Popular, Liberbank, Banco Sabadell, Unicaja y BMN.

Desde el sector bancario recuerdan que el informe de la Comisión Europea no es vinculante; que aún queda por conocer la decisión del Tribunal de Justicia de la UE, que puede ser en cualquier sentido, y que las cláusulas suelo son legales.

Más les vale…

Hipoteca y juventud

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Vivir en una cueva

A nadie se le escapa que los grandes perdedores de esta crisis y del nuevo paradigma económico en el que nos hemos instalado son los más jóvenes. No se trata sólo de que se haya perdido una generación y de que decenas de miles, casi cientos de miles de jóvenes hayan tenido que emigrar al extranjero en busca de un trabajo, con la pérdida económica y humana que eso supone: se trata de que el parón de la demanda viene pro la capa más joven de la población, aquella que consume, pone una casa, la amuebla y tiene hijos que criar.

El resumen de la trampa de liquidez en que vivimos, esa trampa en la que entra el dinero del BCE en la economía pero no llega al mercado, viene a ser ese: que los que tienen el dinero no tienen ganas de consumir, y los que querrían consumir no tienen un puñetero duro.

Pero vamos a mirarlo más de cerca:

Casi el ochenta por ciento de los jóvenes menores de 30 años sigue viviendo con sus padres, y aunque son muchas las causas, creo que la principal es que para vivir por su cuenta tendrían que dedicar el 60% de su sueldo sólo a la vivienda, y eso cobrando un 98,23% más de lo que cobra.

O sea, que para acceder a una hipoteca en condiciones mínimas, casi tendría que doblar su salario. Y encima, la superficie máxima a la que puede aspirar es de 50,4 metros cuadrados. Los mismos datos, del Observatorio de la Emancipación, afirman que la tasa de paro de las personas menores de 25 años alcanza el 51,4%, supera el 30% en la franja entre 25 y 29 años y está por encima del 24% en la población de 30 a 34. Además, el 28,7% de los ocupados menores de 30 años están a tiempo parcial y cuatro de cada diez tienen una antigüedad inferior a un año.

Y no para ahí la cosa: el 56,7%  desempeñan trabajos de menor cualificación a la que poseen, con la merma de ingresos que eso supone, además de la frustración personal. Y siguiendo con los ocupados, más de la mitad, concretamente un 51,7%, tiene contratos temporales.

Así las cosas, no es de extrañar que la juventud busque alternativas políticas, se sienta cada vez más desafecta a un sistema político y económico que los ningunea, y dé la espalda a las instituciones ye incluso al contrato social.