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La hipoteca y el cojón de mulo (con perdón)

Celebración por la venta de un piso

Celebración por la venta de un piso

Además del fútbol, que eso se da por descontado, la pasión más furibunda que compartimos los españoles es la de ser más listos que nuestros vecinos y no dar nuestro brazo a torcer en cuanto a aceptar que hemos hecho un mal negocio o nos hemos equivocado gravemente en algo.

En ese sentido, los brujos que manipulan la contabilidad nacional aprovechan el asunto para valorar las carteras inmobiliarias de los bancos por el precio de compra de los inmuebles, y no por su valor actual de mercado.

¿Y qué hacen los particulares? Pues lo mismo. Es el signo del país.

Hablando con varios sufridos agentes inmobiliarios, una de las cosas que más a menudo he escuchado es que los vendedores de una vivienda no se bajan del burro si no es a la fuerza, casi a tiros, y por causas de extrema necesidad. Si no, repiten una y otra vez: yo este piso lo compré por doscientos mil euros y no lo vendo no por un céntimo menos. ¿O me voy a dejar robar yo?

La realidad,. a muchos vendedores, les importa un huevo. Así, sin paliativos.

Lo mismo sucede con el trato a los posibles compradores: ahora no cojo el teléfono, el precio no lo digo más que personalmente, se lo enseño solamente los domingos por la tarde,, o quiero verle a usted personalmente antes de decidir si se lo vendo o no.

Todas estas frases, por extraño que parezca, se siguen repitiendo diariamente por toda España. Esas y otras aún más duras como “el que necesita donde vivir es él, así que le pueden ir dando por, etc., etc.

¿Cuento esto por folclore? En absoluto. Lo cuento, porque la resistencia psicológica a ajustar los precios a la realidad del mercado es lo que ha hecho y hace que el descenso de los precios inmobiliarios en España haya sido menor y más lenta de lo que todos los expertos esperaban. Y también, que se haya prolongado más en el tiempo, sin una verdadera y sana corrección que permita hacer borrón y cuenta nueva.

Los españole se niegan rotundamente a reconocer que fueron el último tonto de la cadena, el que compró caro y no va a poder vender más caro, el que compró mal y tendrá que vender peor. “Antes que venderlo en eso, lo quemo”, dijo esta misma semana un vendedor a la inmobiliaria como respuesta a una oferta.

En ese sentido, y aunque resulte doloroso reconocerlo, son las hipotecas las que ponen un punto de cordura: el que tiene que pagar una hipoteca mes a mes, ya no es tan cabezota, ya no tiene tanto orgullo y es mucho más fácil que se avenga a negociar.

Pero es duro que tenga que ser así…