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Hipoteca y urbanismo

Viejas estructura urbana: cerca del agua, y con el campo cultivado alrededor.

Viejas estructura urbana: cerca del agua, y con el campo cultivado alrededor.

Hoy me voy aponer un poco espeso, así que estáis avisados si pretendíais leer un artículo ligerito, de esos que hacen gracia y vienen a decirnos lo que ya pensábamos, o justo lo contrario de lo que pensábamos. Hoy me quiero meter en el berenjenal del urbanismo.

Desde hace sesenta años, más o menos, España pierde población rural y gana población urbana, pero el precio de los pisos y una serie de causas sociológicas han hecho que la vivienda se haya encarecido mucho en las zonas céntricas y se haya deteriorado más aún en los cascos históricos de las ciudades, mayoritariamente habitados, en muchos casos, por personas de renta muy baja y encaje social a veces complicado.

Así las cosas, el boom de la construcción y las hipotecas hizo crecer enormemente los extrarradios de las ciudades, alejando cada vez más a la gente del centro de las ciudades, pero también del verdadero campo, que sigue desangrándose demográficamente, parece que sin remedio.

Y resulta que ahora, cuando muchos de nosotros tenemos una hipoteca a veinticinco o treinta años, el precio de la energía se dispara de manera sostenida y el petróleo, que estaba hace cinco años a unos 30$ por barril, se cotiza de manera sostenida y durante años por encima de los 100$. En estos momentos, el crudo Brent de referencia en Europa anda por los 117$, para ser más exactos.

Sin entrar a valorar la incidencia de este hecho en la crisis (enorme), parece evidente que las viviendas que hemos comprado van a ser cada vez más problemáticas ya que son dependientes de los medios de transporte que nos acerquen al trabajo, o a los centros de ocio, consumo y entretenimiento. Y como no hay manera de encoger una ciudad (no os perdáis este enlace sobre Detroit) es muy probable que la devaluación de la vivienda en los extrarradios y ciudades dormitorios prosiga su avance, golpeando aún más la capacidad económica de las familias y los balances de los bancos.

De momento, la gasolina se puede pagar aún, aunque cada vez menos, pero a medida que su precio siga subiendo, o simplemente se mantenga, se verá más a las claras que la vivienda debe estar o cerca del trabajo o cerca de los suministros, pero nunca, en ningún caso, lejos de ambas variables.

¿Y cuántos viven o vivimos en medio de ningún lado?

Pues ahí tenéis el problema futuro, del que aún no se habla lo suficiente.

Citadme cuando empezáis a oírlo a menudo…

🙂

Ciudadanos del mundo e hipoteca de todos

Pasaporte de alguno que yo me sé...

Pasaporte de alguno que yo me sé...

De vez en cuando, conviene ir a la fuente de los conceptos, y aunque no haya espacio aquí para grandes profundidades, ni sea el sitio oportuno para ello, no está de más aproximarse a algunas ideas, aunque sea sólo para separar a los que dicen ciertas cosas por maldad de quienes las dicen por ignorancia.

Empezaré por lo mítico: cuando todo era gratis y en cantidades ilimitadas, no había que competir por nada. Había de sobra para todos y los seres humanos vivían en armonía. Un día les gustó la misma mujer a dos hombres, y el mismo hombre a dos mujeres. Y ahí fue necesario competir por conseguir lo que cada cual quería.

Al principio, los seres humanos se organizaron en clanes. Un clan es una familia en sentido amplio, con ramas colaterales acumuladas en unos cuantos a os y generaciones. El hombre primitivo se dio cuenta pronto de que cuanto mayor fuese el clan, se podían cazar animales más grandes, se dormía más porque te tocaba menos veces de guardia y los clanes vecinos sentían menos tentaciones de atacarte para llevarse la comida o las mujeres. Así fue como varios clanes se asociaron y formaron la tribu.

Con la tribu sucedió lo mismo, pero el número de asociados que un ser humano puede manejar en su mente es limitado, por lo que se tardó mucho tiempo, aunque no demasiado, en comprender que cuanto más grande fuese la tribu, se podrían construir mayores cosas y conseguir más fácilmente las que estuviesen en disputa con otras tribus. De este modo, pro razones de lengua o de raza, las tribus se asociaron y dieron lugar a los primeros estados, que fueron los sumerios, los babilonios, los egipcios, etc.

Desde entonces han cambiado muchas cosas, pero algunas permanecen iguales: un estado sirve para construir cosas en común, defenderse en común, abaratar costes y competir de forma más eficiente con otros. En general, un clan no puede competir nunca con una tribu, ni una tribu con un Estado.

Un ser humano tiene individualmente los mismos derechos, ya pertenezca a un clan, a una tribu o a un estado, pero el mundo no comienza con cada nacimiento ni se incendia con cada muerte, y por eso cada familia, cada clan, cada tribu y cada estado dejan en herencia a los suyos los logros y las deudas que hayan ido acumulando en el pasado.

Cuando un grupo, del tamaño que sea, hace caja común y acuerda normas comunes, decide compartir su destino. Esa es la famosa idea de la unidad de destino en lo universal (que no la inventó Franco, sino los redactores de la constitución norteamericana, u otros anteriores, aunque en España se atribuya al franquismo porque somos así de chulos).

Los Estados compiten entre sí, ya sea por recursos o por mercados. Cuando las personas se mueven de un estado a otro, sin pagar por lo que encuentran en el nuevo estado, y haciéndolo suyo por el simple hecho de viajar, están haciendo lo mismo que quien se muda de una casa con la hipoteca sin pagar a una casa con la hipoteca pagada, o con menos años pendientes.

Ser ciudadano del mundo es tenerlo todo pagado en todas partes, y no conozco a nadie tan rico como para permitirse tal cosa. Conozco a algunos que dicen serlo, pero son simples mentirosos y gorrones.

La casa es de todos cuando la hipoteca es de todos. Si la hipoteca de tu casa la habéis pagado tu abuelo, tu padre y tú, desconfiad si el jefe del clan, de la tribu o del estado os quieren hacer socios de inquilinos nuevos que empiezan a pagar desde hoy. Y más aún si os quieren hacer socios de inquilinos que no pagan.

Y si con tu trabajo empobreces a tu clan, a tu tribu o a tu estado comprando lo que otros producen en condiciones peores que las tuyas, puedes pensar que ahorras, pero en realidad te estás suicidando o cavando la tumba de tus hijos. Y todo por creer que la hipoteca es de todos y el mundo es de todos, cuando en realidad la hipoteca la pagas tú y nadie es tan rico como para llamarse amo del mundo.