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En España no confía ni el Tato

Ni ellos confían en nosotros

Ni ellos confían en nosotros

Ya intuíamos todos que la situación estaba mal, o muy mal, pero cada nuevo indicador económico o sociológico no hace sino darnos la razón y convencernos de que no es que España haya perdido credibilidad, es que ya no creemos en ella ni los propios españoles.

Con un valor de 28,4 puntos, el Índice de Confianza del Consumidor se encuentra por debajo de los valores de finales de 2008, cuando todo se veía negro, negrísimo, ante la caída de Lehman Brothers, así que nos podemos imaginar en que momento nos encontramos.

Y todo ello a pesar del cambio de gobierno, con el que nos las prometíamos muy felices, incluso se produjo un incremento del Índice que llegó a superar los 30 puntos, pero por lo que se ve la alegría dura muy poco en la casa del pobre, y nos hemos vuelto a dar de bruces con la cruda realidad.

Una realidad que nos muestra una economía al borde de la recesión, un desempleo en valores tan elevados que ya nos da miedo pronunciarlos en voz alta y unas expectativas de futuro que no aportan nada nuevo ni ninguna nueva esperanza con la que podamos ser optimistas de cara al futuro.

Un futuro que nos habla de congelación total del crédito a todos los efectos, de un sector inmobiliario que no acaba de recuperarse, porque todavía mantiene un stock de viviendas sin vender excesivo, y lo que es peor, en lugares donde la demanda no se recuperará jamás, y unos dirigentes políticos que lo único que influyen es temor a la sociedad sin aportar soluciones reales.

Ante este panorama no me extraña que los ciudadanos españoles hayan ofrecido datos para que el Índice de Confianza del Consumidor, elaborado periódicamente por el CIS, se quede en estos valores paupérrimos que no hacen sino agravar el problema que tenemos.

Sin embargo no nos queda otra que apostar por nuestra economía y por nuestro país, porque no tenemos otro, y si no salimos de esta situación todos juntos, nos acabaremos por hundir, por lo que estamos en la obligación moral, social y económica de apostar por nuestro país.

Buenos tiempos para la lírica, y para las hipotecas

El sector inmobiliario comienza a ir sobre ruedas, aunque de momento de bicicleta

El sector inmobiliario comienza a ir sobre ruedas, aunque de momento de bicicleta

Si Golpes Bajos cantaban aquello de malos tiempos para la lírica (que sí, que no me he equivocado en el título, sólo lo he forzado un poco para que me cuadrara), aquí podemos traerlo a nuestro terreno y hablar de buenos tiempos para las hipotecas, o para el sector inmobiliario, o para todo ello.

No es que la situación esté boyante, no nos vamos a engañar, pero según todos los indicadores, la cosa comienza a mejorar y todo apunta a que estamos en la senda de la recuperación, que puede ser bueno, o malo, según se mire.

Estos días todos los periódicos están plagados de noticias sobre el repunte de todos los indicadores que se utilizan para medir la buena o mala salud del sector inmobiliario: descenso de impagos, confianza de los consumidores, número de hipotecas,…

Todos estos indicadores han cambiado la senda, lo que antes era caída, ahora es crecimiento, sin grandes alardes, sin grandes excesos, sin grandes porcentajes, pero crecimiento, al fin y al cabo, que es lo importante.

Un crecimiento que está dando un respiro a todo el mundo, porque, no nos engañemos, todos estamos involucrados, de una manera o de otra, en el sector inmobiliario.

Los que pagamos hipotecas estamos metidos de lleno por la cuota mensual que tenemos que abonar a nuestro banco, y ahora estamos de enhorabuena porque el Euríbor sigue marcando cada mes un nuevo mínimo histórico para la alegría de nuestros bolsillos.

Los bancos están hasta el cuello metidos por una doble dirección. Por un lado tienen gran cantidad de dinero inmovilizado en financiación de proyectos inmobiliarios que ahora no van a ningún lado, y por otro tienen todas las hipotecas concedidas a sus clientes. Así que ahora tienen una doble alegría, por un lado los proyectos inmobiliarios comenzarán a salir ante la creciente demanda, y por otra al reducirse los impagos sus beneficios no se reducirán tanto como hasta ahora.

Y el Gobierno está metido sin querer porque durante mucho tiempo ha vivido, en parte, de los impuestos que generaban las operaciones inmobiliarias y porque la reactivación del sector inmobiliario supondrá un momento de tregua en las cifras de desempleo.

Todos ganamos, por tanto, aunque también hay un aspecto negativo que hay que tener en cuenta. A medida que el sector inmobiliario se vaya recuperando, los precios volverán a subir, seguro que no a los precios desorbitados de los que veníamos, pero subirán de todas formas.