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El Euríbor seguirá bajando en 2013

El hombre al que todo el mundo escucha

El hombre al que todo el mundo escucha

Las palabras de Mario Draghi no dejan lugar a dudas y abren claramente la puerta a la posibilidad de que durante el próximo año 2013 se produzcan nuevos descensos del tipo de interés dentro de la zona Euro para intentar paliar, dentro de lo posible, la situación del crecimiento económico de los países que la conforman.

La situación realmente alarmante en la que se encuentra Alemania ha hecho que el Banco Central Europeo no sólo no se plantee recuperar posiciones en lo que al tipo de interés se refiere, sino que ya deje entrever nuevas bajadas, con el objetivo claro de que los mercados perciban el mensaje y comiencen a tomar posiciones favorecedoras para la Unión Europea.

Estas bajadas del tipo de interés de la zona Euro para 2013 provocarán que el Euríbor siga con su tendencia a la baja durante el próximo año, beneficiando tanto a los que ya tienen suscrita una hipoteca como a aquellas familias que se estén planteando esta posibilidad.

Bien es cierto, sin embargo, que este beneficio es altamente relativo, ya que nos encontramos con la cláusula suelo para las familias que ya tienen una hipoteca contratada, y con el artificial crecimiento de los diferenciales aplicados por las entidades financieras en sus hipotecas, para las que quieran contratar un nuevo préstamo hipotecario.

En cualquier caso, es cierto que ninguna familia hipotecada pagará en 2013 más que en 2012, con lo que, en el peor de los casos se encontrará con una cuota mensual congelada, que no es una ventaja desechable teniendo en cuenta la situación en la que nos encontramos en estos momentos.

Se habla de que pudiéramos encontrarnos, incluso, en un escenario de un tipo de interés al 0%, aunque esta medida sólo se daría en caso de que la situación económica en la zona Euro nos llevara al borde del precipicio, del que todavía estamos un tanto alejados, a pesar de lo que pudiera parecer.

En definitiva, 2013 será un año relativamente bueno para las hipotecas, y si se produce una cierta recuperación del sector financiero, también para los préstamos y créditos en general, ya que con tipos de interés por los suelos la financiación debería también recuperarse.

El año de la asfixia crediticia

Sin créditos no hay vida, económica se entiende

Sin créditos no hay vida

Muchos se las prometían muy felices con la llegada del PP al poder y su fama de grandes gestores, algo que ha quedado desmentido de manera casi absoluta al ver como no sólo no han conseguido reflotar la economía española sino que, más bien al contrario, la están hundiendo cada vez más por culpa de sus medidas de austeridad absoluta.

Una austeridad que está recortando a marchas forzadas la renta disponible de las familias españolas y con ello se está provocando la contracción del consumo y de la inversión, entrando en un círculo vicioso del que no parece fácil salir ya que se trata de vasos comunicantes que acaban de retroalimentarse hasta el infinito.

A ello tenemos que añadir la incapacidad de obtener financiación de los bancos y cajas por parte de las empresas y los ciudadanos. Las sucesivas reformas financieras que han obligado a éstas a incrementar sus provisiones y la falta de una fuerza coercitiva real sobre el dinero prestado a estas entidades, está provocando que los bancos y cajas se estén dedicando a sanear sus balances antes de plantearse la posible concesión de nuevos préstamos y créditos.

Ello está repercutiendo directamente en la economía productiva, en la economía del día a día, ya que si las empresas no tienen acceso a financiación no tienen capacidad para iniciar nuevos proyectos, ello provoca que se resienta el empleo, al resentirse el empleo se resiente el consumo y los ingresos de la Hacienda Pública, que ingresa menos por cotizaciones y gasta más por prestaciones, y todo ello provoca que la producción se resienta aún más.

La única salida posible es que el Gobierno obligue a las entidades financieras a abrir el grifo del crédito o bien que se plantee la posibilidad de orquestar un entidad crediticia de carácter estatal, por ejemplo dotando de mayor capacidad al ICO, que en lugar de trabajar a través de las entidades financieras podría hacerlo de manera autónoma, y con ello conseguir romper el círculo vicioso en el que nos hemos introducido sin solución de continuidad aparente, con un futuro más que negro a poco que echemos un vistazo a los datos económicos.

Hipoteca y cajas rurales. Sociología del fracaso.

Los que andan con espigas entienden de estas cosas

Los que andan con espigas entienden de estas cosas

Hemos hablado ya, y mucho, del cúmulo de situaciones y de la conjunción de intereses que ha conducido a que a la banca y los hipotecados se encuentren en la situación presente.

Hemos hablado del enorme interés de los directores de sucursales y de zona por cobrar bonos a costa de unos resultados que eran artificiales, de la imprudencia de los que compraron una vivienda sin pensar que el contrat0 iba a ser para treinta años y podía, en todo ese tiempo empeorar la situación, de la imprudencia y avidez de las sociedades tasadoras, que cobraban a porcentaje, de la vista gorda de los notarios, que cobraban también a porcentaje, y de la habilidad de la administración para apagar el fuego con gasolina siendo que cobraba, que casualidad, sus impuestos a porcentaje.

Pero hay un dato del que hemos comentado muy poco todavía y que me parece sintomático: la actuación de las Cajas Rurales.

En España hay registradas setenta y tres cajas rurales, que son cooperativas de crédito muy del estilo de las cajas de ahorro, pero centradas en dar liquidez y préstamos al sector rural. ¿Y sabéis una cosa? Resulta que de las setenta y tres cajas no se ha intervenido aún ninguna. ¿Por qué?

Por una cuestión sociológica: en el campo, la gente está echa de otra pasta, para bien y para mal. En el campo se encuentra a veces gente cerrada, mal comunicada, con una cultura académica escasa y muy apegada a tradiciones y modos de pensar que hoy nos parecen con frecuencia arcaicos.

Pero en el campo no se endeudan si no es absolutamente imprescindible. En el campo no se hacen castillos en el aire, porque se sabe, desde que el mundo es mundo, que mañana puede venir un pedrisco o una helada que acabe con todo. En el campo se sigue, por el puñetero libro, el principio de prudencia, y por eso, ni clientes ni directores de sucursal ni nadie en absoluto que pertenezca a ese mundo ha caído de forma masiva en la tentación de pedir hipotecas cuando no la se puede pagar ni de darlas a quien no las va a devolver.

Puede haber y hay excepciones, por supuesto, pero se trata de eso: excepciones, y no de la norma de lo que ha sido el despelote de las cajas de ahorros y la orgía monetarista de los bancos, esa que acabaremos pagando todos.

Mirad, por tanto, si lo que ha sucedido es solamente económico o hay también una componente social y de mentalidad e la gente en el problema.

Como siempre, hay que recordar que el sistema lo hacen las personas, y sus problemas no son más que un reflejo de nuestras costumbres, nuestras virtudes y nuestros vicios. Capitalismo, deuda y banca también las hay en el medio rural, pero parece que allí significan otra cosa.

La hipoteca y el tonto del pueblo

Siempre hay uno que se aprovecha...

Siempre hay uno que se aprovecha...

Amigos, ha llegado la hora: ahora es el momento de buscar a todos los que nos decían que vivir de alquiler era tirar el dinero. Ahora es el momento de buscar a la horda de listillos que, machaconamente y con regularidad de segundero, golpearon nuestros oídos con frases amables, o incluso son insultos encubiertos sobre la falta de compromiso o la vagancia oculta que rebelaba el hecho de negarse a comprar un piso.

Ellos tenían razón porque los pisos nunca bajan. Ellos tenían razón, porque vivir de alquiler es de pobres. Ellos tenían razón, porque el que se niega a comprometerse deja siempre un poso de desconfianza.

Y ahora, cuando se ha demostrado que algunos nunca podrán pagar sus deudas, cuando se ha demostrado que se han arruinado para treinta años pidiendo una hipoteca el ciento veinte o el ciento treinta  por ciento del valor de tasación del piso, los tenemos ahí de nuevo exigiendo humanidad, solidaridad y una ley antidesahucios, o lo que viene a ser lo mismo: que se trate igual a los que pagan que a los que no pagan.

Nos engañaron entonces para hacer que los pisos subieran y pretenden engañarnos ahora, para que paguemos a escote su error.

Yo entiendo que los que compraron por más de lo que podían pagar estén nerviosos y pidan que se les ayude entre todos. Lo comprendo de veras. ¿Pero dónde están los que vendieron esos pisos? ¿Dónde están los que en la época de bonanza vendieron en doscientos mil euros el piso que habían comprado por ciento veinte mil? ¿Alguien les va a pedir cuentas de lo que ganaron?, ¿alguien va a crear un impuesto especial para los constructores que SÍ consiguieron vender sus promociones?, ¿alguien va a pedir una contribución especial a los que consiguieron que los prados de su abuelo se recalificaran como urbanizables y los vendieron luego por doscientas veces su valor original?

Hablamos de la banca como beneficiaria de la gran estafa porque nos gusta señalar con el dedo a un grupo que nos resulta antipático. Pero lo cierto es que todos sabemos que los beneficiarios de la gran orgía inmobiliaria fueron muchos en España. Todos conocemos a alguno de esos dueños de praderas, a alguno que vendió en el doble de lo que compró, a alguno que vendió todo lo que fue capaz de levantar. ¿Les vamos a pedir cuentas a ellos?

Yo creo que no, y además es normal. Cada cual se arriesga y hace sus negocios.

Lo que no es admisible, y si no lo entendemos lo pagaremos con creces, es que pretendan hacernos pagar la parte de los que apostaron y perdieron. Lo que no es admisible es que el que peor lo pase sea el que cumple y paga. La ayuda social debe existir, y debe ser eficaz, pero debe tener también un coste social que disuada de aventuras. Hay que defender al tonto del pueblo, pero no tanto como para que el tonto del pueblo queramos serlo todos.

Propongo.

Agua de borrajas

Todo queda, una vez más, en agua de borrajas

Todo queda, una vez más, en agua de borrajas

Los políticos, como los malos amantes, siempre acaban decepcionando, y esta ocasión no iba a ser menos. Tras anunciar a bombo y platillo el pacto entre los dos grandes partidos políticos de este país con supuestas mejoras en el marco legislativo hipotecario, nos hemos encontrado con que todo ha quedado en nada, con papel mojado que acaba por beneficiar a casi nadie y no hace sino generar aún más frustración entre la ciudadanía.

Se preveía una moratoria hipotecaria de verdad, una paralización de los desahucios para la gran mayoría de los ciudadanos, pero todo se ha quedado en restricciones, restricciones y más restricciones, de manera que en los titulares de prensa todo queda muy bonito, con el acuerdo entre los dos partidos, pero en realidad todo se queda en nada, en absolutamente nada.

Porque la única salida a la actual crisis económica pasa por asegurar la vivienda a las familias que realmente lo necesitan. Hubiera bastado una moratoria hipotecaria para todas las familias que sólo contaran con una vivienda y ésta fuera su residencia habitual, con ello se hubiera evitado la especulación y se hubiera conseguido proteger a estas familias.

Pero claro, el peso del sector financiero es demasiado importante y las deudas de los políticos con los banqueros demasiado grandes. El temor ante posibles, aunque improbable, impagos de la mayoría de los ciudadanos haces que los bancos se pongan la venda antes de la herida e intenten protegerse de algo que todavía no ha sucedido.

La consecuencia más evidente es que nos encontraremos con una situación que se seguirá perpetuando en el tiempo sin una solución plausible que pueda hacernos pensar en un futuro prometedor, más bien en una historia mil veces repetida en la que siempre perdemos los mismos y siempre acaban ganando los mismos, los bancos.

Lo más triste de todo es que el PP cree que con esta reforma hipotecaria a medias se ha conseguido apuntar un tanto, cuando nada más lejos de la realidad, ya que la sociedad, hastiada ya de tanta mentira repetida y reiterada que no hace sino repercutir en los más necesitados y en aquellas personas con menor capacidad adquisitiva y menores posibilidades ante la situación económica actual.

Permiso de residencia para los que adquieran vivienda de más de 160.000 Euros.

Algunos de los clientes que se acogerán a la nueva ley...

Algunos de los clientes que se acogerán a la nueva ley...

A estas alturas todos hemos oído hablar de la polémica reforma del reglamento de la ley de extranjería, por la cual se concedería el permiso de residencia a todos aquellos extranjeros que comprasen una vivienda por un valor superior a 160.000 euros.

Por una vez, el Presidente Rajoy habló claro y dijo que “tenemos que vender el stock de viviendas“. Y aunque no han tomado una decisión en firme, está claro por dónde va la idea.

A pesar de las críticas escuchadas por ahí, y de que reconozco que se trata de una vulgar mercantilización del permiso de residencia, tengo que decir que la idea en general me parece buena. Y  lo explico:

Mercantiliza, sí, un derecho de las personas. A mucha gente eso le parece horrible, pero yo creo que en una situación de emergencia un país tiene que poner en valor sus recursos, y uno de los nuestros es la cantidad de gente que quiere venir a vivir aquí. Yo también preferiría que nuestros recursos fuesen otros, como la posición dominante en el mercado de la electrónica de precisión. Pero como hay lo que hay y tenemos lo que tenemos, pues hay que usarlo.

-Es un acicate para traer gente con dinero y mantener alejados a los pobres. Esta es otra de las críticas que escucho. Y es verdad. Pero hay que ser sincero y hacerse la gran pregunta. Vale, ¿y qué? ¿No hacen eso desde las churrerías a los concesionarios de coches? Hay algo obvio que nadie dice: la gente viene aquí a vivir de algo. El que tiene trabajo o recursos, vive de su trabajo o sus recursos. El que no los tiene, vive del trabajo o de los recursos de los demás.  Yo, francamente, prefiero a loa que vienen a vivir de lo suyo, antes que a aquellos que no consumen más que una lata de sardinas diaria y el resto lo envían a sus países por transferencia. Es honrado y legítimo lo que hacen, desde luego, peor son preferibles los otros.

-Necesitamos vender pisos. Sí, tiene razón Rajoy. Lo necesitamos, porque cada piso que se vende disminuye un poco el agujero de la banca, ese que hay que cubrir con fondos propios o europeos. Necesitamos también encarcelar banqueros, poner en órbita a fuerza patadas en el culo a políticos y muchas cosas más. Pero es objetivamente cierto que todos esos pisos sin vender son un lastre terrible para nuestra economía. Cualquiera que sea la manera que se piense para venderlos, es buena. Objetivamente.

-Y ahora, ojo a la hipoteca. Lo que no se puede es vender un piso de ese precio a un extranjero y darles la hipoteca desde aquí para que apliquen la dación en pago por el simple procedimiento de largarse. Si esos pisos se venden, hay que pedir al menos la mitad al contado, o que la hipoteca corra a cuenta de un banco de su país. La dación no puede ser la gatera por la que se venga aquí un par de años, se pruebe fortuna, y se vuelva uno a marchar si las cosas salen mal.

Sobre las condiciones en que se venderán esos pisos si la norma llega a aprobarse, ya hablaremos más adelante. Porque el mercado hipotecario va a cambiar mucho en los próximos años. Y para mal. Ya lo iremos viendo…

A buenas horas mangas verdes

Siempre tarde, muy tarde

Siempre tarde, muy tarde

Cómo siempre suele suceder la política marcha detrás, muy detrás, de la calle y por fin parece que anoche el PP y el PSOE han llegado a un acuerdo sobre los desahucios en nuestro país, una modificación legislativa que, aunque todavía no es oficial sí que presentará los siguientes puntos estrella:

1. Moratoria: Todas aquellas familias más desfavorecidas, aunque todavía no han quedado fijados los requisitos para ser consideradas como tal, tendrán una prórroga de dos años en el pago de sus hipotecas, a partir de cuyo momento tendrán que empezar a volver a hacerse cargo de sus deudas.

2. Valor de la vivienda: En estos momentos las familias con todos sus miembros en paro pueden detener el desahucio de su vivienda por impago si el valor de éste no supera los 200.000 euros. Con la modificación legislativa se intentará incrementar este umbral con la posibilidad de llegar incluso a duplicarlo en el caso de familias numerosas.

3. Umbral de ingresos: Se fijará unos ingresos mínimos por debajo de los cuáles no se podrá ejecutar un desahucio. La cantidad que ha salido de manera extraoficial es de 19.000 euros, es decir, 2,5 veces el SMI.

4. Avalistas: Se intentará proteger la figura del avalista para que su responsabilidad esté más limitada y sólo se pueda ir contra ellos en el caso de que estén apuradas todas las pobilidades contra el deudor.

En definitiva, se trata de medidas que, a priori, buscan la protección de las familias y lo cierto es que, de alguna manera sí que lo puede conseguir, al menos en la teoría del papel. Ahora habrá que ver como se implementan estas ideas en el día a día de las familias con una hipoteca a cuestas, porque de buenas leyes está lleno el limbo de la realidad.

En cualquier caso todo parece que llega demasiado tarde, con demasiadas familias hundidas en la miseria como consecuencia de las dificultades hipotecarias acumuladas durante meses y meses de falta de ingresos de manera reiterada, y, la retroactividad, que era una de las reivindicaciones de los grupos de presión popular no parece que vaya a ser ni tan siquiera tenida en cuenta.

La hipoteca impagable y el fin (temporal) de los desahucios

Interesante novela de Evelyn Waugh, autor también de Retorno a Brideshead. No sé por qué se me habrá venido a la cabeza...

Interesante novela de Evelyn Waugh, autor también de Retorno a Brideshead. No sé por qué se me habrá venido a la cabeza...

Lo primero de todo, invitaros a responder a la encuesta que hemos puesto esta semana sobre el controvertido tema de los desahucios. Porque lo cierto es que todas las opciones son buenas y todas tienen razón. Las analizamos una a una:

Sí, hay que detener lo desahucios porque quizás eso lleve a modificar una ley hipotecaria abusiva y también un poco simplona, basada en la buena fe de las partes y en que todo el mundo se comporta, como dice el código mercantil, “como un honrado y probo padre de familia”, Los hechos, sin embargo, parecen confirmar más bien la teoría de juegos, según la cual todo el mundo se comporta tratando de buscar su beneficio, sin importarle los marrones (a las que en bonito se  llama externalidades ) que van quedando a su paso. Por ese mecanismo, mucha gente obró de manera imprudente, comprando un piso mayor o mejor de lo que podía pagar, y muchos bancos dieron hipotecas a gente que dejaría de pagarlas en cuanto soplase la primera brisa en contra. La ley hipotecaria, por tanto, no está ni con los tiempos ni a su altura, y tiene que buscar una mejor adaptación a al realidad económica actual.

La suspensión temporal de los desahucios perjudicará a los que todavía pagan, porque los recursos de los bancos van a estar orientados a cubrir este boquete durante un buen periodo de tiempo. Si lo que necesitábamos era clarificar la situación y que se supiera cuanto antes cual es la situación real de nuestro sector financiero y sus activos tóxicos, impedir a los bancos la liquidación de impagados puede llevar la necesidad de recapitalización a cuotas desconocidas. Y ojo, que no digo altas, sino desconocidas, lo que es mucho peor en un momento como el presente, donde parecer ser mejor la muerte que la incertidumbre. Además, los españoles nos conocemos: una vez que desaparece la amenaza de que te pongan en la calle, ¿cuántos creéis que dejarán de pagar de los que ahora estaban pagando? Pronto conoceremos las cifras, pero preveo un repunte importante en la morosidad. Al tiempo.

Sí, los desahucios son un drama y una tragedia, y no sólo personal, sino también económica para todo el país. No me extiendo más, porque ya hablé sobre ello hace unos días. Aquí os dejo el enlace

Por último, es cierto también que la paralización de los desahucios perjudicará a la credibilidad exterior de nuestros bancos y nuestras cuentas, lo que se convertirá en una nueva ronda del efecto dominó. Como los bancos tienen menos medios para recuperar lo prestado, tendrán más dificultades para acceder a la financiación, prestarán menos, subirá el paro, y entraremos en otra ronda depresiva, sin ni siquiera el alivio de que el Gobierno venga al rescate, porque tampoco habrá quien compre la deuda pública.

La alternativas, por tanto, es simple: o vamos de duros y nos estrellamos, o vamos de compasivos, y nos estrellamos. Visto así, como España es país católico, preferiremos estrellarnos por resultar compasivos. Lo malo es que la Merkl es hija de un pastor protestante y no ni abogada ni licenciada en filosofía, sino en Física. O sea que entenderá que los pecadores deben pagar por sus pecados y que dos y dos son cuatro.

Lo demás, monsergas.

Ya lo veréis.

Alquiler social en lugar de dación en pago

Migajas del pobre

Migajas del pobre

Ante el miedo que el sector financiero sigue provocando entre los partidos políticos nacionales, tanto el Gobierno como la oposición parecen haberse puesto de acuerdo en la opción de apostar por el alquiler social como una manera de contentar a su electorado a la vez que no perjudican demasiado al sistema financiero.

¿En qué consiste el alquiler social?

Se trataría de obligar a la entidad financiera correspondiente a negociar un alquiler social con su cliente en caso de que éste no pudiera hacer frente al pago de las cuotas hipotecarias, de forma que se fijara una renta mensual en función de los ingresos del cliente hasta que la situación volviera a la normalidad.

Sería una especie de carencia, pero en lugar del pago de los intereses se estaría abonando un alquiler por la vivienda. En esta situación la entidad financiera se garantizaría unos ingresos, algo menores, eso sí, pero ingresos al fin y al cabo, mientras que el cliente podría mantener su vivienda en estos tiempos difíciles.

La gran ganancia de las entidades financieras es que de esta forma conseguirían no perder tanto dinero como sí harían en caso de la dación en pago, que les obligaría a hacerse con una vivienda por un precio muy inferior al que fijaron inicialmente en la hipoteca, perdiendo con ello mucho dinero, ya que el valor de mercado de estos inmuebles hoy en día está por los suelos.

En definitiva, se trata de contentar a la mano que te da de comer, porque no podemos olvidar la gran cantidad de créditos y préstamos que han sido condonados por parte de las entidades financieras a los partidos políticos bajo la idea de que con ello se conseguiría un futuro más prometedor para dichas entidades, como el tiempo se ha empeñado en demostrarnos con las continuas ayudas que están recibiendo.

Porque aunque el propietario de la vivienda pueda seguir viviendo en la misma pagando el alquiler social, no se contempla la posibilidad de que éste prefiriera en un momento dado deshacerse de la misma mediante el proceso de dación en pago, con lo que los ciudadanos volvemos a salir perjudicados en favor de los bancos y cajas.

Hipoteca y pérdidas latentes

Castizos que somos...

Castizos que somos...

A estas alturas ya debería estar meridianamente claro que hay mucha gente que nunca logrará deshacerse de su piso por el mismo valor en que lo compró. Dentro de esa casuística, tenemos dos variantes principales, como bien apuntan en los comentarios:

-Los que compraron una vivienda para vivir en ella, sin intención de venderla, y..

-Los que la compraron con la idea de venderla en un futuro y obtener unas plusvalías, o si no una ganancia, al menos una reserva de capital.

El caso es que dentro de los primeros hay también todo un amplio abanico de circunstancias, y por eso nos afecta a todos loa bajada de los pisos: cuando se compra una vivienda, aunque sea con la intención exclusiva de habitarla, y sin pensar en otras posibles utilidades, puede suceder que uno se entienda mal con su pareja y acabe siendo necesario liquidar el inmueble para poder marcharse cada cual por su lado, o se puede tener un problema con la empresa y verse uno en la obligación de buscar otro trabajo, o puede ser necesario mudarse de ciudad por mil razones diferentes.

En todos esos casos, por mucho que no se pensara en especular, la venta de la vivienda nos obliga a darnos de bruces con la dura realidad de que el alquiler que podamos obtener no pagar las cuotas de la hipoteca, y la venta no cubre la deuda. Osea, nos hemos empobrecido.

El caso es que, sea cual sea el motivo por el que compramos la vivienda, los datos apuntan a que los españoles somos particularmente reacios a asumir la pérdida, y seguimos con la idea de que mientras no vendamos no hemos perdido, y que ya vendrán tiempos mejores, o ya surgirá una ocasión que nos permita enjuagar la diferencia entre lo que pagamos y lo que nos dan ahora por el piso. a idea de que los pisos nunca bajan sigue pesando demasiado sobre la mente colectiva, por mucho que la realidad lleve años demostrando lo contrario. Al fin y al cabo, la realidad es algo que no acaba de interesarnos y que muchos apuntan como un enemigo más al que hay que oponerse para mantener en pie los derechos de los ciudadanos, la libertad y la pureza de sabor de los chicles de menta.

Esto, que puede parecer un dato folclórico, es en realidad una de las variables que esclerotiza en mayor medida nuestro mercado inmobiliario y hace más lento el necesario ajuste entre realidad y precios.

Sabemos que no podemos vender. Sabemos que no podemos divorciarnos. Sabemos que no podemos ir a trabajar a otra ciudad. Sabemos que todo eso nos hace más pobres, más dependientes y más vulnerables. Mantener el precio en el cartel de  se vende o en la inmobiliaria es lo único que nos queda para mantener un pedacito de ego.

O quizás de esperanza. No sé.

¡Qué viva el desplome del Euríbor!

Las cuentas siguen sin salir

Las cuentas siguen sin salir

Si alguien nos hubiera dicho hace unos años que el Euríbor estaría por debajo del 1% le hubiéramos tachado de iluminado, en la peor de las acepciones de la palabra, y si hubiera osado a anticipar un valor del indicador hipotecario sobre el 0,65% nos hubiéramos reído en su cara, mandándole a la hoguera en el mismo momento en el que nos hubiera hablado de una comparativa interanual en caída de un punto porcentual y medio.

Sin embargo, la realidad siempre supera a la ficción y ese ese el panorama con el que nos encontramos en este mes de octubre. El Euríbor sigue marcando sus mínimos históricos y cerrará este décimo mes del año en valores sobre el 0,65%, lo que supone el valor más bajo desde que se utiliza el Euríbor como principal índice para el cálculo del tipo de interés de las hipotecas.

Por tanto, no podemos por menos que decir que nos encontramos en un buen momento para todas aquellas familias que ya tienen contratada una hipoteca, porque, en caso de que no tengan cláusula suelo podrán disfrutar de un ahorro importante en sus cuotas mensuales, y en el caso de que sí que la tengan instaurada, al menos sus cuotas se mantendrán estables.

Otra cosa es lo que sucede con las familias que intentan obtener una nueva hipoteca ahora, ya que a pesar de que el Euríbor está por los suelos, la verdad es que el diferencial que se está aplicando por las entidades financieras hace que todo quede en nada y que el tipo de interés resultante acabe siendo elevado para los tiempos que corren.

En definitiva, nos alegramos de la caída del Euríbor, porque en líneas generales es una buena noticia, pero no tan buena como podría serlo por culpa de las entidades financieras que quieren seguir ganando dinero a costa de los ciudadanos de una manera legal, pero ilegítima, y de las propias administraciones públicas que no son capaces de hacer fuerza contra las entidades a las que han estado financiando en estos últimos años a base de ayudas públicas que acaban por caer en saco roto en lo que a beneficio general de la sociedad se refiere.

La vivienda sigue cayendo, pero ¡sigue sin ser suficiente!

Seguimos hundiéndonos

Seguimos hundiéndonos

Todos los expertos económicos nos advirtieron de la situación en la que nos encontrábamos en plena burbuja inmobiliaria y de las dificultades con las que nos encontraríamos en cuanto la burbuja estallara, bueno no todos, sólo algunos, pero el caso es que se veía venir, y entonces se apuntaba a que los precios de la vivienda debían de caer drásticamente antes de que nos pudiéramos empezar a plantear la recuperación.

Pues bien, según el Indice de Mercados Locales que elabora periódicamente la tasadora Tinsa, una de las más importantes del país, el precio de la vivienda en nuestro país ha caído un 46,5% de media desde que se alcanzaran los máximos históricos en el año 2007, es decir, que según estos datos nos encontramos con que los precios se han reducido en casi la mitad.

Y no es sólo que nos encontremos con precios que se han desplomado, sino que además el proceso parece seguir sin solución de continuidad a juzgar por los valores que cada trimestre van apareciendo. Si nos atenemos a los valores que ofrece la propia Tinsa nos encontramos con que en el tercer trimestre de este año 2012 la caída de precios ha sido de un 11,5%, similar a la caída que se experimentó en el trimestre inmediatamente anterior.

Las Comunidades Autónomas con una mayor caída de los precios de la vivienda fueron Cataluña, Navarra, Baleares y Aragón, con un descenso respectivo del 19,1%, 16,8%, 15,4% y del 15%, es decir, claramente por encima de la media nacional, agudizando su situación de crisis importante en la que se encuentran inmersos.

Pero la situación se agrava aún más sin tenemos en cuenta que se considera que los precios de las viviendas tienen que seguir cayendo durante los próximos meses ya que la creación del banco malo debería, al menos en teoría, generar un descenso en los precios de los pisos de en posesión de las entidades financieras.

Es decir, que el próximo índice no debería de ser muy diferente, incluso peor, que el actual y ofrecernos una situación realmente desoladora en lo que al sector inmobiliario se refiere, provocando una perpetuación de la crisis sin un límite temporal claro.